Por Claude Lara (In Revista Memorias N.5, 6 y 7, 1997-2010, pp. 187-248)
“Rue Cardinet: ahí está todavía una casa donde, a su turno, murió Montalvo año y medio después. En la fachada de esta casa, a los 35 años de su muerte, tuve el honor de colocar e inaugurar solemnemente la placa conmemorativa que, a mi ruego, Unamuno consagró”. Gonzalo Zaldumbide (2). (Epígrfafe)
“En cuanto llegué a París los ecuatorianos en esta capital me informaron respecto de las manifestaciones que ofrecieron al señor Zaldumbide la Colonia ecuatoriana y la ‘Revue de l’Amérique Latine’, con motivo de su nombramiento de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República ante el Gobierno de Francia… La Colonia ecuatoriana quiso hacer ostensible el placer con que recibía la notica del nombramiento del señor Zaldumbide y organizó, en su honor, un banquete en el hotel Ritz. El Señor Cónsul del Ecuador en París, en frases muy apropiadas, ofreció la manifestación a la que contestó el agasajado, con esa galanura de estilo que le es tan peculiar. Pero la manifestación de mayor trascendencia fue la organizada a iniciativa de la ‘Revue de l’Amérique Latine’, ya que ningún otro Ministro había sido festejado con homenaje de tanta significación. Los salones del restaurante Weber resultaron estrechos para contener el crecido número de personas que quisieron asociarse a este banquete y los organizadores se vieron obligados a rechazar más de cincuenta solicitudes… En el número de la ‘Revue de l’Amérique Latine’ y en los recortes de prensa que acompaño, encontrará Usted la relación detallada de cada una de estas fiestas” (3).
De las grandes realizaciones de Gonzalo Zaldumbide como diplomático y hombre de letras fue, sin lugar a duda, la exaltación de Juan Montalvo y la colocación de la única placa existente en París de un compatriota que recuerda:
“La vida tan noble, las obras admirables, la muerte estoica de Montalvo serán siempre y, en todas partes, ejemplo de meditación”.
“Frente a la benévola y unánime acogida que la sociedad francés y los Diplomáticos extranjeros han prestado al proyecto de colocar una placa en la casa que murió Montalvo, me creo indispensablemente obligado a corresponder en alguna forma a tan fina atención, para demostrar la gratitud de la Nación Ecuatoriana, pues es gloria de ella y sólo de ella la de Montalvo (4).
Además se preocupó para que el busto de Juan Montalvo, único monumento ecuatoriano en París, junto al de André Bello, Rubén Darío, Benjamín Vicuña Mackenna, José Martí, Ricardo Palma, Enrique Rodó y Justo Sierra, inaugurado por él en 1936, gracias a una suscripción del periódico El Universo, estuviera alrededor de la estatua del Libertador, en la Plaza Champerret, “Square de l’Amérique Latine”, en París (5). Por el cablegrama N. 83, de 19 de junio de 1925, informa que la placa conmemorativa se inaugurará el 27 de dicho mes: “PLACA CONMEMORATIVA MONTALVO INAUGURARSE 27. COMITÉ: UNAMUNO, POR ESPAÑA; RICHEPIN, ACADEMIA FRANCESA; MARTINENCHE, SORBONA; DUPUY, DIPUTADO; WALEFFE, PERIODISMO, TRADUCTOR MONTALVO. JUZGO INDISPENSABLE RECEPCIÓN DIPLOMÁTICA SOCIAL ESE DÍA. DÍGNESE AUTORIZARME 120 DÓLARES”.
Vale la pena transcribir en su totalidad la presentación de este acto histórico que Gonzalo Zaldumbide comunicó en su nota N. 196, de 8 de julio de 1925: “Ratifico mi cablegrama N. 86, que dice así: MEXTERIOR QUITO-VERIFICÓSE INAUGURACIÓN PLACA MONTALVO Y RECEPCIÓN DIPLOMÁTICA SOCIAL MI RESIDENCIA. ACTO INAUGURACIÓN AGRUPÓ SELECTA CONCURRENCIA DIPLOMÁTICOS, INTELECTUALES, PERIODISTAS, PRONUNCIARON BELLÍSIMOS DISCURSOS: MARTINENCHE, PROFESOR SORBONA, UNAMUNO, EXRECTOR UNIVERSIDAD SALAMANCA, CONTENOT, REPRESENTANTE MUNICIPALIDAD, DE WALEFFE, PRESIDENTE PRENSA LATINA, EXALTANDO NOMBRE MONTALVO Y CELEBRANDO ECUADOR, CORRESPONSALES CIEN PERIÓDICOS EXTRANJEROS Y CUATRO AGENCIAS CABLEGRÁFICAS TRANSMITIRÁN COMUNICADO ESPECIAL. RECECPCIÓN POSTERIOR LUCIDA, CUATROCIENTAS PERSONAS. ASISTIERON DIPLOMÁTICOS AMERICANOS, MIEMBROS OTRAS COLONIAS, PERSONALIDADES OFICIALES FRANCIA, ESCRITORES, PERIODISTAS, INTELECTUALES. CONCURRIERON ECUATORIANOS TODOS. RATIFICO CORREO, COMUNICARÉ DETALLES. FELICITO PAÍS ÉXITO ALCANZADO. ZALDUMBIDE.
Voy a ocuparme más extensamente de la ceremonia de colocación de la placa conmemorativa en la casa en que murió Montalvo, porque, al par que entraña un justo homenaje a nuestro gran escritor, tiene significación halagadora para el sentimiento ecuatoriano.
En París es muy difícil llamar la atención de su público, porque, siendo ésta una gran ciudad, sobran motivos de preocupación o entusiasmo en los diferentes grupos sociales. Así, múltiples nombres, homenajes, fiestas y publicaciones han pasado inadvertidos. El pueblo francés tiene tantos hombres y cosas propias en que ocuparse, que su atención es absorbida por las actualidades nacionales o relacionadas con el interés de esta Nación. En especial las circunstancias financieras e internacionales presentes, llenan por completo la atención de la Sociedad y la Prensa francesas.
En tal virtud la propaganda de nuestros países, ajenos a los urgentes imperativos del día, es verdaderamente difícil de realizar con eficacia, por más que clamemos por ella dentro de casa. La mayor parte de los actos sudamericanos, quedan, por ello, sin alcanzar mayores consecuencias de utilidad política o interesan sólo a núcleos sudamericanos, sin obtener mayor difusión periodística.
Merced al alto puesto conquistado por Montalvo en el mundo de habla hispana y a la admiración que por él, han llegado a sentir algunos hispanizantes franceses; gracias, quizás, también a ciertas relaciones que he adquirido con la prensa, la sociedad y los escritores de esta República, se ha logrado dar al referido homenaje una importancia que, con verdad, puedo decir, que se ha interesado a un inmenso público, no sólo haciendo recordar el nombre de nuestro genial polemista, sino evocando a nuestro País, dotado de sus leyes libérrimas y de fecundas promesas para el mañana.
Leer siquiera el nombre de ‘República del Ecuador’ como país capaz de producir un hombre de la talla de Montalvo, ya es buena propaganda ante los millares de individuos que leerán la inscripción todos los días. Además, bueno es recordar que Montalvo es el primer sudamericano que recibe aquí esta distinción.
Contribuyó grandemente a la cumplida realización de mi proyecto, la selecta composición Comité respectivo (7). Sólo la enumeración de sus miembros prueba que se trata de personalidades conocidas en Europa y América. Así Richepin*****, es un altísimo exponente, respetado por este pueblo y admirado entre otros; Unamuno, al presente, con mayor gloria que antes, es un símbolo del pensamiento, de la hidalguía y de la firmeza de la raza. Bien quisiera consignar aquí palabras de comentario sobre la emoción que despertó entre los concurrentes a la inauguración de la placa el Maestro de Salamanca (8), al pronunciar su discurso con fervor de convicción, recordando la historia de otro desterrado, como si evocara la suya propia.
JUAN MONTALVO NÉ À AMBATO (ÉQUATEUR) LE 13 AVRIL 1832, MORT À PARIS LE 17 JANIVER 1889. POLÉMISTE, ESSAYISTE, PENSEUR, MAÎTRE INSIGNE DE LA PROSE ESPAGNOLE, CHOISIT LA FRANCE, SON PAYS D’ÉLECTION, POUR Y FINIR SES JOURS, ET MOURUT DANS CETTE MAISON (10).
La Colonia ecuatoriana, íntegramente invitada, me favoreció concurriendo casi en su totalidad. Respecto a la subvención de ciento veinte dólares, creo de mi deber exponerle que la invertí únicamente en una parte del buffet. Por mi parte tuve el gusto de pagar, de mi peculio personal, la placa, servicio de invitaciones, y los gastos especiales que exige la conexión de los servicios de prensa, y el champaña. Tengo también el agrado de enviarle algunas de las vistas tomadas durante la ceremonia.
Si poco se conocen los discursos de Gonzalo Zaldumbide y de Miguel de Unamuno, creo no se han publicado en su integralidad los homenajes editados en francés en la “Revue de l’Amérique Latine” (Ver anexo n° 1, 12). He allí cómo Gonzalo Zaldumbide materializó su admiración al Cosmopolita, colocando una placa que, por una feliz coincidencia, está cerca de la Embajada actual en la casa del número 26 de la calle Cardinet, en donde murió el 17 de enero de 1889.
HOMENAJE A MONTALVO (13)
Discurso de S.E. Gonzalo Zaldumbide
La vida tan noble, las obras admirables, la muerte estoíca e Montalvo serán siempre y, en todas partes, ejemplo de meditación. La placa que acabamos de inaugurar no tiene otra finalidad sino la de recordar a los Hispanoamericanos de paso por Francia, el glorioso destino de un genio cuya fuerza igualó al infortunio.
La ausencia del Sr. Jean Richepin nos priva de su palabra ferviente y generosa. Pero, vamos a tener el placer de escuchar al Sr. Martinenche, cuya inteligente y fina elocuencia sirve tan bien su ciencia. Este brillante profesor de lengua y literatura españolas de la Sorbona podría confirmar cuan justa es la frase que, en esta placa conmemorativa, califica a Montalvo de maestro insigne de la prosa castellana.
También, por sus recuerdos personales, debo agradecer particularmente a nuestro querido y venerado decano el marqués de Peralta. En el tiempo de su juventud, conoció a Montalvo de cerca. Su cordial adhesión al Comité es para nosotros un testimonio que, en Montalvo, el hombre es digno del escritor. Y, finalmente, quiero agradecer al señor Pierre Dupuy, diputado de París; al Sr. Francis de Miomandre, traductor de las más bellas páginas de nuestro gran clásico, amigo exquisito de nuestras letras y de nuestras costumbres; y al Sr. De Waleffe, brillante periodista que, fiel a su labor latina, sabrá reconocer efectivamente en la obra y el nombre que esta placa evoca, uno de los símbolos tutelares de la Unión que es preciso fortificar como testimonio del provenir común. Señores, mi lejano país no es uno de los más grandes de nuestra inmensa América. Pero, a menudo ha tenido el privilegio de producir hombres cuyo espíritu ha traspasado nuestras fronteras; Montalvo es uno de ellos, de los más grandes. Pero, para mostrarlo en su gloria continental, tan solo me toca repetir las palabras de un maestro indiscutido. Al terminar el más hermoso estudio acerca de Montalvo, Rodó dice:
Discurso del Sr. E. Martinenche
Otro Zaldumbide nos reúne hoy para celebrar su memoria. Don Gonzalo no heredó la amargura un poco sombría de don Julio, pero es un letrado tan delicado y un amigo tan exquisito, demasiado exquisito a un puesto que él os quiere persuadir que se le hace un servicio cuando os ofrece un honor inmerecido. Si quisiera rendir a Montalvo un homenaje digno de él, me concentraría con traducir y leeros el admirable prefacio del Sr. Ministro del Ecuador que encabeza la colección de artículos publicados por su compatriota con este título significativo: El Cosmopolita. Pero, por grande que sea un muerto, los reglamentos de policía no dejan interrumpir por mucho tiempo la circulación de la muchedumbre, y, no es por lo demás en la calle donde se puede saborear la prosa de un artista.
En este momento sólo podemos recoger algunos rasgos que justifican la feliz iniciativa del Sr. Ministro Zaldumbide. No es por un simple accidente que Francia puede reivindicar a Montalvo. Ha hecho en parís largas estadías. Llegó allí a los 25 años como adjunto de la Legación de su país. Desconfió ante todo de su seducción y no parecía disfrutar allí plenamente sino del encanto melancólico de un Luxemburgo, entonces menos invadido. Pero cuando, un poco más tarde, llamado nuevamente por los decoros sublimes de su patria, evoca el recuerdo de sus viajes a través de Europa, olvida que ha preferido los viejos jardines de Agripina a las mascaradas de la Opera, y nuestro país le aparece con los rasgos los más graciosos. Le presta aún una asombrosa virtud de regeneración. Para el tirano que osaba infligir a un general el suplicio infamante del látigo; no sueña en otro castigo que en una corrección moral; desearía exiliarle ‘al país de la hospitalidad, al país de los espíritus, a Francia’.
El poeta de “Les Raisons du Momotombo” no se mostraba menos conmovido por la carta que le hacía oír el fragor de otro volcán, el Cotacachi, y saludaba a Montalvo en una palabra que le resume y le define: ‘Sois un noble espíritu’. Sí, era en efecto un noble espíritu. Su escepticismo no ahogaba su fe. Formaba parte de una raza en que las contradicciones pueden unirse sin esfuerzo. Creía en la razón, confiaba en la democracia y sabía aplicar las más bellas ideas latinas con las necesidades de su continente. Se consideraba ciudadano del mundo y fue un apóstol del americanismo. La influencia francesa se ejercía en él en su verdadero sentido, como una fuerza emancipadora.
En aquel año, debía celebrarse el centenario de un acontecimiento que le era caro, pues nunca había desesperado de la república y la libertad. Nosotros, desde ahora, asociaremos su nombre como un símbolo glorioso de la fraternidad de nuestras democracias.
Señores: Aquí, en esta casa, lejos de aquellas altas montañas volcánicas donde fueron forjados sus huesos –aquellos de su cuerpo y aquellos de su alma- terminó su vida, pobre, solo y proscrito alrededor de los cincuenta y seis años, Juan Montalvo. La tierra francesa, suave, blanda húmeda, envolvió su cuerpo y su espíritu como con un sudario y se revistió en la majestuosa lengua española, la lengua de don Quijote. Saboreó el exilio, la soledad y la pobreza y con éstos engendró, en el dolor, obras inmortales.
Loco, como fue llamado Jesús por los suyos, por su familia; Jesús, que según el cuarto evangelio, fue crucificado como antipatriota. Loco, al igual que don Quijote, al que se le acusó de las desgracias de su patria. Y como ellos murió Montalvo, cristiano quijotesco, pobre, solitario y proscrito.
¡Adiós, pues…! A Dios que guarda eternamente en la historia –la cual es su pensamiento- a los profetas y apóstoles de la cristiandad, y a los tiranos –artesanos de bestialidad- y, que realza de la sombra de éstos, la luz de aquellos!
Adiós a Montalvo que vive inmortal en nuestra lengua.
Después de estos tres discursos, tomaron aún la palabra el Sr. Maurice de Waleffe, que se unió al homenaje rendido a Juan Montalvo en nombre de los cien periódicos del mundo latino, agrupados en la Oficina Permanente de la Prensa Latina del cual es eminente e incansable secretario general, y el Sr. Contenot, secretario del Concejo Municipal de París, oficialmente delegado por esta Asamblea para llevar a la memoria del gran Hispanoamericano, del gran amigo de Francia, el saludo de la ciudad de París”.
Textos desconocidos sobre Juan Montalvo
El primero (18) de “El Comercio de Ultramar”, escrito por su amigo el gran crítico español, Leopoldo García-Ramón (19), intitulado “Don Juan Montalvo y sus Siete Tratados”.
«Crítica Literaria (20)
DON JUAN MONTALVO Y sus “Siete Tratados”
Estamos en presencia de un fenómeno raro en estos tiempos de sonrisas amables, y apretones de manos cariñosos, y protestas ardientes de amistades que luego se desmienten con los actos, al torcer de la esquina; en estos tiempos de egoísmo refinado en que las almas tienden solo a cerrarse, en que nada complejo nos descubren, como de él lo confiesa el gran Chateaubriand, ese egoísta sublime, en sus Memorias.
Un nombre se aparece, se nos llega, con ademán severo nos detiene en la marcha incesante hacia la tumba, y nos dice: “¡Mirad!” Lo que así muestra a los ojos atónitos del mundo que, al pronto no comprende, pero mira, en su alma todo ella, sin antifaz ni aun velos transparentes, desnuda, iluminada por la verdad, que alumbra los más ocultos senos.
El atrevido que nos para y sorprende, ése es Montalvo; y los Siete Tratados, la magnífica luna en que se copia su personalidad. ¿Cómo ocuparse de la una sin el otro? Es infactible robar al sol su fecundante fuego sin dejarle apagado, y en el libro que hemos leído dos veces, sin descanso, la lumbre es el autor.
Por muy americano que sea don Juan Montalvo, su cara es española y tan castiza como su habla soberbia, a la que ya vendremos. Cabeza varonil, digna por cierto del pincel de Velásquez, si no miente el retrato que a la vista tenemos. Regular es la frente, bien ceñida por un pelo algo corto, cambiado desde el año en que compuso su estudio la Belleza, pues decía a la sazón que su cabeza era explosión de enormes “anillos de azabache”, y aquí no vemos rizos, lo que tal le otorga cierta marcial rudeza.
Bajo las cejas, finas si pobladas, los ojos, bien abiertos, anuncian la arrogancia, y se comprende que como «balas negras» vayan a su enemigo, sino tanto como globos de fuego celeste al corazón de la mujer amada. Mas ¿qué ternura, qué cariñoso afán puede exigirse en quien mira la cara de un fotógrafo? La nariz es valiente de alas anchas, y la barba redonda sombrea un cuello delgado «que ostenta orgullosamente la nuez, símbolo de la masculinidad». Sedoso es el bigote, que parece avezado a cosméticos; si es así, inconsecuencia en quien con tanta gracia satiriza la artificial donosura. De la boca no es muy prudente hablar por un dibujo; pero es, tal cual la vemos, expresiva, de sinuoso perfil. Son algo enjutas las mejillas, que él pinta de tostado color y algo picosa, pero no «hasta no más». Este conjunto revela un pensador franco, sin duda, animoso también; pudiera ser un tanto melancólico; de cierto, desabrido.
Colérico lo es; mas no haya miedo; también lo fue Jesús; teniendo el alma en sosegada paz, podéis llegaros y tenderle la diestra que él cogerá gustoso y apretará sincero; sólo el malo debe guardarse de él, pues es terrible cuando enristra la pluma con el pecho lleno de indignación. Sabe ir a fondo y apoyar los pulgares en la llaga. Pero es justo y bueno. ¡Ah! ¡Si pudiéramos hacer revoluciones en paz! dice en un punto; y luego, cuando habla de su hermano don Carlos, muerto in confesión, tal le describe, que el llanto se nos sube a las pupilas; y no hay aquí artificio de la frase, sino santa emoción, ternura inmensa de que la letra está como impregnada, Cariño, admiración, dulzura, llanto conserva para aquellos que son dignos; su gran bondad estalla más pujante que nunca en esa página, sin duda incomparable de los Héroes de la Emancipación.
Empeño singular en mis paisanos el no aceptar lo hecho, y como ciertos padres ya algo raros, seguir considerando a los hijos mayores como si fueran niños de andaderas. Agradecen el bien que les llevamos, perdonan lo que un tiempo padecieron, se hacen libres un día ¡Benditos sean! ¡Nuestra la culpa fue! Y hoy, es demencia el guardarles rencor; más bien debemos secundarlos, hacerles expedita la vía, si lo podemos, tener placer y orgullo en que marchen, avancen, se aproximen, lleguen y acampen en la cima más alta del progreso. Nos debieron la luz; tal vez un día, en el curso agitado de los siglos, vuelva la luz de América a la Europa. ¿Quién se ríe?… Alguien habrá; pero es humano el no ver más allá de sus narices.
Mérito es en don Juan haber reunido las ideas no enunciadas y habérnoslas expuesto en sus Tratados. Él mismo expresa esta verdad antigua: «Tienen de particular las obras maestras que cuando uno las lee, piensa que él mismo pudiera haberlas imaginado y compuesto; ¡son tan cumplidas en neutralidad y llaneza!». Si crees poder decir lo que él ha dicho, ¡oh profano lector! le alzas un trono y le rindes tributo cuando piensas rebajarlo, humillarlo, o bien alzarte tú hasta su cabeza.
Escrito con el alma, siendo el fondo de gran elevación, son ya dos títulos que aseguran al libro larga vida; el tercero es la forma; y aquí es fuerza dar lugar a un aparte en el que quepa mi modo de pensar.
No lo dude el autor, todos le admiran; pero para el bueno, de aquella admiración nace la estima, la simpatía acendrada, para los otros nace sólo la envidia y el deseo de manchar con sus babas cuanto tocan. «¡Bueno muy bueno es esto!» Se dice el detractor en sus adentros. Y algo le roe la boca del estómago. Sin sentirlo, llega a exclamar muy luego: “Esta es barbaridad” y ya lo cree. Debe probarlo y es fuerza alambicar, presurar la oración, los verbos, los adverbios, las palabras, las sílabas, las letras, para alegar la prueba requerida.
La defensa en don Juan no es necesaria; no escribe para el vulgo, ni con mucho; más para los letrados los más cultos, y éstos no necesitan de la luz que los guíe, y hacen justicia de tanta dentellada de gozquejo, si es que llegan acaso a reparar en ellas que lo dudo.
La lengua de Montalvo es muy correcta y muy suya en un todo; para el vulgo tendrá tal vez un cierto parecido con la de Castelar por lo sonora, fluyente y numerosa; en una y otra hay color, movimiento, altilocuencia; no es el habla serena de Quintana, del Insigne Gaspar de Jovellanos; quiera o no hay en ella influencias del francés, de Víctor Hugo más particularmente; mas no cabe otra comparación.
Saca arcaísmos del polvo del olvido, que nos placen, y hay torneos de la frase algo franceses, que merecen aplauso por lo bello. Suele también haber vocablos raros, que serán para muchos galicismos; los hay en Alarcón, y son castizos; otros podrían hallarse, más usados y que vinieran a decir lo mismo; pero tiene el autor, y así nos gusta, la comezón moderna de la palabra exacta, inevitable, que pinta por sí sola lo que suele expresar. Menos agrado nos causan en un libro de tal índole los americanismos de que usa, si bien con parquedad y subrayados, y pediríamos con ansia en la novela que de cosas de América tratase. Insistamos en ello: es el estilo de Montalvo muy suyo; confundirlo con otro no es posible, y esto, amigo lector, puede decirse de pocos en el día.
Nos cita traductores que con gracia vapulea y analiza; menciona algunos excelentes; mas uno se le olvida, hoy el primero, que merecía un elogio de su pluma; yo se lo doy por él (aun sin nombrarlo) y estoy seguro que lo agradecerá don Juan, él que tan justo en todo se nos muestra.
Don Juan Montalvo es un gran escritor, y sus Tratados, lo he dicho, vivirán; no son, empero, la base de su gloria. Está llamado a darnos la novela americana, lo creemos su misión; los episodios del Cura de Santa Engracia y el Otro monasticón son pruebas claras para quien sabe ver, que ése es su centro, que ése será su fin al menos…
Su ambición no es mezquina; lo que él quiere es sacar a su patria del estado doliente en el que gime, verla grande y feliz; su influencia, inmensa ha de ser como escritor, inmensa y positiva. Y a mi modo de ver, más le valdría a su patria que fuese, como es, el alma de ella, que estuviese presente a toda hora, que a él marchasen las masas en los trances de apuro y le pidiesen consejo y protección. Pero, gobierno… ¡Es tan joven la América, tan viva!… ¡Suele la juventud ser tan ingrata!
Si es ley el resumir, tan sólo sea por dar gusto a la gente que rebusca en la prensa sus frases y opiniones para soplarlas luego como suyas, aprendan ésta y digan: ¡La Gran Colombia nos ha dado un HOMBRE, y héte que el hombre nos ha dado un LIBRO! GARCÍA-RAMÓN”.
«EL UNICO CARGO FUNDADO
DE LOS QUE SE LE HAN HECHO AL LIBERTADOR SIMON BOLIVAR (22)Los proyectos de monarquía personal atribuidos al Libertador de Colombia y el Perú; las muertes aleves y ocultas que algunos ingratos le han achacado con negra temeridad; la tiranía, la ambición desenfrenada, todo ha caído en la opinión de las presentes generaciones, y vemos ahora resplandecer ese hombre inmortal en medio de las virtudes de los héroes, que son las grandes, esas con que se destruyen enemigos invencibles y se fundan pueblos soberanos. Mas el eterno flaco de la especie humana le alcanzó como a todos; ni le era dado desmentir esta verdad, triste pero indefectible, que caracteriza al mundo: no hay cosa ni hombre perfecto bajo el sol. Hombre soy, dijo ya un hombre justo; y como tal, no puedo estar exento de sus imperfecciones. Proponerse hacer de Bolívar el hombre perfecto que no ha existido ni existirá jamás sin quebrantamiento de las leyes de nuestra naturaleza es vano empeño, o necedad que indica ausencia de sabiduría. Y el que habla así, a troche moche, dando hocicadas en la historia, y poniendo a un lado lo que no conviene a su propósito, ¿qué es sino mal operario, indigno del augusto gremio de los que trabajan por la luz y la verdad? En un periódico de Sud-América hemos visto desmentido con increíble grosería un cargo que Don Juan Montalvo ha dirigido a Bolívar en su tratado de “Los héroes de la emancipación”; y es el único que le ha dirigido no de su propia invención, como dice el autor del artículo que nos ha escandalizado, sino tomado de la historia sucesos constantes y notorios. En el paralelo de Washington y Bolívar dice don Juan que Washington rehusó el tercer período de la presidencia de los Estados Unidos, y que Bolívar, en Colombia, aceptó el poder que por tercera vez, y ésta de fuente impura, vino a molestar su espíritu. “¿De dónde ha sacado esto Montalvo? Pregunta uno por ahí: o no ha leído la historia, o no la ha comprendido”. Un periodista de marca menor, pudo decir esto: un escritor de nombre conocido y respetable, no lo hubiera dicho; pues nadie supone que es patrimonio personal una hacienda común, cual es la historia. De ella ha sacado Montalvo eso, como sacamos nosotros mismos, y como sacarán todos los que tienen la ventaja de haberla leído y la suerte de comprenderla. A más de la dictadura asumida por Bolívar en 1828 que fue un verdadero tercer período de su mando, los sucesos de 1830, origen y fuente de los cargos más graves que se le han hecho, están probando la aserción de Don Juan Montalvo. La elección de Don Joaquín Mosquera, verificada por el Congreso de Colombia bajo el imperio de las leyes, fue reconocida por Bolívar, quien se retiró como simple ciudadano a Cartagena, de paso para Europa. Bolívar no tuvo conocimiento, es verdad, de la inicua revolución que estaban tramando sus partidarios Jiménez y Briceño; pero, “cuando llegó hasta su retiro la noticia del escandaloso suceso del Santuario”, aceptó la revolución y el mando militar que le ofrecieron los insurrectos, a pesar de que su nombre no debía estar unido a la infamia de ese crimen según las palabras de los historiadores Baralt y Díaz. Un crimen infame no puede sino ser fuente impura de un poder que no correspondía ni al patriotismo, ni a la magnanimidad, ni a la nobleza de hombre como Bolívar. En esta ocasión, como en 1828, lo que debía haber hecho fue, “celoso defensor y fiel custodio y de las instituciones, darles vigor, ora con su ascendiente, ora fulminando su espada redentora contra los rebeldes” (1). La proclama de Bolívar del 18 de septiembre, que ha estado siempre en la mano de sus enemigos como el puñal que ha ensangrentado su memoria; la proclama del 18 de septiembre, que ha sido la eterna tristeza y amargura de sus amigos y admiradores; la proclama del 18 de septiembre, que consta como funesto, pero inevitable documento en todos los libros y papeles relativos a esa época de Colombia; esa proclama es la que, no sabemos si con valor de gigante o de pigmeo, ha negado el periodista de cuyo nombre no debemos acordarnos; y para empresa como ésta de negar lo palmario, dice que “no teme a gigante ni a pigmeo”. Sea en hora buena; pero ese valor no tiene la virtud de borrar los hechos, ni de hacer que nosotros hayamos leído y entendido la historia.
Ahora veamos si la infracción de las leyes, la tiranía, el desfalco, los vicios y la corrupción del Presidente Mosquera y su Gobierno habían puesto en manos de Florencio Jiménez la espada de la libertad. “Era don Joaquín dice la historia, rico propietario, varón de gran saber, doctrina y probidad, justo y patriota. Poseía grandes dotes de orador, a los que daba realce la compostura y natural gallardía de su persona; y tan aventajado en las prendas morales, que pertenecía al corto número de hombre que hubieran podido conservar la unión del Estado, si la virtud bastara para conseguirlo”.
A Florencio Jiménez siguió Justo Briceño: y éste, no contento con proclamar a Bolívar generalísimo, le proclamó también jefe supremo de la República, en actas que Baralt y Díaz, compatriotas y partidarios de Bolívar, llaman “ridículas farsas y maquinaciones de los perturbadores”. Bolívar, que había aceptado el mando militar se aprestó asimismo a aceptar la plenitud de los poderes; y en su contestación a los comisionados de poner en su conocimiento el acta de 22 de septiembre, dijo solo que él no echaba de ver aquella mayoría de votos, necesaria para legitimar acto semejante. Acto semejante… Bolívar mismo lo estaba calificando de inicuo; más pensó que podía legitimarlo con la mayoría de votos, y ofreció que serviría «como ciudadano y como soldado». Una revolución triunfante siempre tiene mayoría de votos, porque los perdidos no tienen voto, y porque la lanza y la espada tienen derecho de amontonarlos en las urnas.
(1) Baralt y Díaz. Historia de Venezuela».
«UNIÓN LITERARIA IBERO-AMERICANA (23)
1º Se nombraron presidentes de honor de la asociación, a los reyes de España y Portugal y a los jefes de los Estados americanos.
2º Se acordó inscribir en las listas de la unión, como socios de mérito y protectores, a los presidentes de todas las corporaciones científicos-literarias y a los directores de los periódicos de mayores circulación y a otros personajes ilustres, entre los que se hallan: los patriarcas de las Indias de España y Portugal, Duque de la Torre, Marqués de Molins, Cánovas, Castelar, Segaste, Moyano, Vallarta, Fontes Pereira, Duque de Veragua, Guzmán Blanco, Torres Caicedo, Montalvo, Echegaray, Serpa Pimentel, Duque de Osuna y otros muchos cuyos nombres se publicarán oportunamente.
4º Se nombró una comisión de propaganda y prensa compuesta de los señores siguientes: Borrego, Vidart, Tello Amondarein, Novo y Colson, Muñiz, (don Enrique), Solsona, Nombela, Sánchez Pérez, González Fiori, Fernández Bremón, Ruiz Avila, Soler y Casajuana, Comenge, González Granda, Alcalde Valladares, Autran, Llopis, Cepeda, Martínez, Botill, Covera Bachiller, Fernández Flores, Rancés, Aguilar Lobo; siendo secretarios de esta comisión los señores Cortón, Mobellán, Estirada (don Restituto), Cáceres, Plá y Peroz de Niebla (don Alfonso).
6º Se acordó manifestar a la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País que los Asociados para la unión Ibero-Americana están dispuestos a cooperar al mayor éxito de la Exposición que con el mismo nombre se propone celebrar dicha Económica Matritense.
8º Se nombró una comisión para enterar al rey de España de todo lo hecho hasta el día, solicitando también su protección.
Así, con este ejemplo de la diplomacia al servicio de la cultura, el país a través de uno de sus más ilustres hijos Juan Montalvo, estuvo presente y reconocido entre los centros intelectuales más prestigiosos del mundo; y, gracias a la noble y generosa actuación de Gonzalo Zaldumbide, se sigue con esta gran labor cultural que, en caso del Cosmopolita, se enriquecerá aún más con la recopilación y análisis de la crítica literaria y política sobre su obra y persona, particularmente, en Colombia, España, Francia y Panamá.
(1) Este estudio se basa en el trabajo: “Gonzalo Zaldumbide: Ministro Plenipotenciario del Ecuador en París (1923-1929)”* , del Dr. A. Darío Lara, Revista Cultura N.7; págs. 120 a 135. También en la conferencia pronunciada por el Dr. Lara en Ambato, el 6 de abril de 1982 en el Sesquicentenario del nacimiento de Juan Montalvo (1832-1982) y reproducida en mi libro: Este otro Montalvo; págs. 268 a 299.
ANEXO N.1:
El gran escritor ecuatoriano Dn. Juan Montalvo fue honrado ayer en París, donde vivió proscrito y donde murió en 1889. Ayer, como tributo a su memoria, fue colocada una placa conmemorativa en la casa No. 26 de la calle Cardinet. Primeramente, el Excmo. Sr. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador, hizo uso de la palabra para agradecer a los miembros del Comité, cuyo organizador había sido él mismo: el Sr. Martinenche, profesor de la Sorbona, trazó la obra del difunto escritor tan profundamente marcado por la influencia de Francia “El País de Lamartine al que adora, y de Víctor Hugo a quien venera”.
DON JUAN MONTALVO
Esta placa fue ofrecida a la ciudad de París por nuestro eminente colaborador y amigo Dn. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador en Francia y también crítico de su ilustre compatriota.
A LA MEMORIA DE JUAN MONTALVO
En la tarde del día domingo se inauguró una placa conmemorativa a la memoria del gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo, muerto en el destierro, en París, 26 Calle Cardinet, el año 1889. Esta manifestación ha sido organizada por un comité compuesto, entre otras notabilidades, por el señor Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador; el Marqués de Peralta. Ministro de Costa-Rica y decano del Cuerpo Diplomático Sud-americano; de los señores Miguel de Unamuno, Jean Richepin, de la Academia Francesa; Martinenche, profesor de la Sorbona; Pedro Dupuy, diputado de París; Mauricio de Waleffe, secretario general de la prensa latina; y Francis de Miomandre, traductor de las obras del escritor, a quien “París Times” consagró un artículo recientemente.
Nació Montalvo en Ambato, ciudad del Ecuador, y vino a Francia a la edad de 26 años, ligándose en estrecha amistad a Lamartine, como consecuencia de una carta, en que proponía al poeta anciano y abandonado, buscara un refugio en las jóvenes Repúblicas sud-americanas.
Se conoce a Montalvo particularmente por sus Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, célebre parodia de “Don Quijote”, en la que supo asimilar a maravilla el espíritu del inmortal español y el sabor de su lengua; obra que le valió el sobrenombre de “Cervantes de la América Latina”: sus Siete Tratados son famosos ensayos a la manera de Montaigne. En fin, Montalvo reunió las más inflamadas de sus admirables polémicas en las Catilinarias para las que, Miguel de Unamuno, acaba de escribir el prefacio.
La obra y la personalidad del escritor, fueron evocadas, consecutivamente, primero, por el señor Gonzalo Zaldumbide, quien después de agradecer a las personalidades que habían expresado su adhesión al Comité, concluyó su elocuente alocución en estos términos:
“Montalvo es uno de los más grandes, pero, no me cabe aquí, para mostrarle en su gloria continental, más que repetir las palabras de un maestro irrefutable. Al terminar el más hermoso estudio acerca de Montalvo, Rodó dice:
El Señor Martinenche
En seguida correspondió el turno de hablar el señor Martinenche. ¿Y quién más calificado para analizar la influencia francesa en la obra de Montalvo, que el brillante profesor de lengua y literatura españolas en la Sorbona?
“Otro Zaldumbide nos reúne hoy para celebrar su memoria. Don Gonzalo que no tiene la amargura un poco sombría de don Julio, pero que también es un hombre de letras tan delicado como él, y un amigo tan exquisito, que quiere persuadiros de que le hacéis un gran servicio cuando él os ofrece un honor inmerecido.
“Sí, era un noble espíritu, continuó el Sr. Martinenche-. Su escepticismo no ahogaba su fe. Era de una raza en la que las contradicciones pueden unirse sin esfuerzo. Creía en la razón, esperaba en la democracia y sabía aplicar las más bellas ideas latinas a las necesidades de su continente. Quiso ser ciudadano del mundo y fue apóstol de americanismo. La influencia francesa se ejerció en él en su verdadero sentido como una fuerza de liberación.
“Aquel año, debía celebrarse el centenario de un acontecimiento que le era caro, pues que jamás había desesperado de la República y la libertad. En adelante, nosotros, asociaremos su nombre a ese acontecimiento como un símbolo glorioso de la fraternidad de nuestras democracias.
Después de los aplausos con que se saludaron estas vibrantes palabras, don Miguel de Unamuno, el venerable rector de la Universidad de Salamanca, proscrito como Montalvo, y como él, uno de los maestros indiscutibles de la lengua y del espíritu español, señaló la reparación que constituía esta piadosa ceremonia a la memoria del exiliado:
El Sr. Contenot, Secretario del Concejo Municipal, trajo a su vez, a la memoria del escritor, el gratísimo homenaje de la Ciudad de París, “que considera como uno de su más preciados privilegios, el de proporcionar, en cierto modo, una segunda patria a todos los hombres, amantes de un alto ideal y de la cultura humana”.
Y estas alocuciones, emocionantes por diversos títulos y, además, tan profundamente sinceras, terminaron con algunas palabras del Sr. Mauricio de Waleffe, pronunciadas a nombre de la Prensa Latina y de los cien periódicos de Francia y de América, a los que representa.
HOMENAJE A MONTALVO
La inauguración de la placa conmemorativa, colocada en la casa donde murió el gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo, fue de una emocionante sencillez.
Después de este acto, el Sr. Zaldumbide ofreció un magnífico té en la Legación. Durante tres horas, cientos de personas, entre las que se encontraba la élite de la sociedad francesa y latino-americana en París, desfilaron en los salones de la Legación. Fue una fiesta elegantísima.
ECUADOR
Ayer, a las 4 de la tarde, delante de la casa que lleva el número 26, en la calle Cardinet, una emocionante ceremonia reunió a las altas personalidades más en boga entre los americanos-latinos, y a numerosos franceses, grandes admiradores de Juan Montalvo, el mejor de los escritores hispano-americanos que vivió en Francia y murió en esa casa.
Por iniciativa de un comité fundado por el Sr. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador, y del que formaron parte, el Marqués de Peralta, Ministro de Costa Rica y decano del Cuerpo Diplomático Sud-americano: de los señores Miguel de Unamuno; Jean Richepin, de la Academia Francesa; Martinenche profesor de la Sorbona; Pierre Dupuy, diputado de París; Mauricio de Waleffe, secretario general de la Prensa Latina y Francis de Miomandre, traductor de las más hermosas páginas de Montalvo. La placa antedicha, fue colocada en las condiciones que acabamos de referir.
Pudimos reconocer en esta ceremonia, a las siguientes personas: Sr. de la Barra, ex-Presidente de Méjico, Sr. de Souza Dantas, Embajador del Brasil, Marqués de Peralta, Ministro de Costa-Rica, Sr. Alvarez de Toledo, Ministro de la Argentica; Sr. Dorn y Alsúa, ex-Ministro del Ecuador en Francia; Sr. Ed. Clavery, Ministro de Francia en Quito y con licencia en París; Sr. Cornejo, Ministro del Perú; Sr. Reyes, Ministro de Méjico; Sr. Arciniegas, Ministro de Colombia; Sr. Lardizabal, ex-Encargado de Negocios de Guatemala; Sr. Garzón Sr. Duliguier, Adjunto al Protocolo; el Cónsul General de la Argentina, Oliviero; Dr. Luis Lara Pardo; Sr. Lesca; Sr. Homán Christo; Sr. Juan Otero; Sr. Luis Forest; Sr. Fourcardet; Sr. Max Daireaux, etc.
De “LE FIGARO” – 30 de Junio de 1925.
Una placa conmemorativa fue inaugurada ayer tarde, a las 4, en la casa No. 26 de la calle Cardinet, en donde murió el desterrado.
De “THE NEW YORK HERALD”
Ayer, a las 4, fue inaugurada, en el No. 26 de la calle Cardinet, una placa dedicada a la memoria del gran escritor Juan Montalvo.
LA MEMORIA DE UN GRAN ESCRITOR LATINO CELEBRADA EN PARÍS
De L’OEUVRE, 30 de Junio de 1925.
Ayer por la tarde se inauguró una placa conmemorativa a la memoria del gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo, muerto en el destierro, en París (1889) en la calle Cardinet. Esta manifestación es obra de un Comité compuesto por el Sr. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador, por el Marqués de Peralta, Ministro de Costa-Rica y Decano del Cuerpo Diplomático Sud-americano; por los señores, Miguel de Unamuno, Jean Richepin de la Academia Francesa; Martinenche, profesor de la Sorbona; Pierre Dupuy, Diputado por París; Mauricio de Waleffe, Secretario General de la Prensa Latina y Francis de Miomandre, traductor de las obras del escritor.
Merced a la iniciativa del Sr. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador en París, un comité, formado de, entre otras personalidades, por los señores Jean Richepin, de la Academia francesa, Marqués de Peralta, Ministro de costa Rica y Decano del Cuerpo Diplomático Suramericano; Pierre Dupuy, Diputado por París, etc., inaugurará esta tarde, en el N° 26 de la calle Cardinet, una placa colocada en la casa que ocupó durante veinte años, y en donde murió en 1889, el célebre ensayista y polemista ecuatoriano, Juan Montalvo.
A LA MEMORIA DE UN GRAN ESCRITOR LATINO
Ayer por la tarde, fue inaugurada una placa conmemorativa a la memoria del gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo, muerto en el destierro en París, calle Cardinet. Esta manifestación había sido organizada por un Comité compuesto por los señores Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador; Maqués de Peralta, Ministro de Costa Rica y Decano del Cuerpo Diplomático Sud-americano; Miguel de Unamuno, Jean Richepin, de la Academia Francesa; Martinenche, profesor de la Sorbona; Pierre Dupuy, Diputado de París; Mauricio de Waleffe, secretario General de la Prensa Latina y Francis de Miomandre, traductor de las obras del escritor.
Nacido en 1832, en Ambato (Ecuador), Montalvo vino a Francia a la edad de 26 añs y estableció lazos de estrecha amistad con Lamartine, como resultado de una carta que le escribiera al poeta anciano, insinuándole que buscara un refugio en las jóvenes Repúblicas Sud-americanas.
Montalvo es particularmente conocido por sus Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, célebre imitación de Don Quijote, en la cual supo asimilar el alma del inmortal español y el sabor de su lengua, tan bien, que esa obra le valió el sobrenombre de «Cervantes de América Latina»; sus Siete Tratados, son curiosísimos ensayos al modo de Montaigne; en fin, el escritor reunió las más inflamadas de sus admirables polémicas en las Catilinarias, para las que, Miguel de Unamuno, acaba de escribir un prefacio.
Fue don Miguel de Unamuno, el antiguo rector de la Universidad de Salamanca, quien, después de algunas palabras del Sr. Gonzalo Zaldumbide y del representante del Concejo Municipal, encargado de agradecer al Comité en nombre de la ciudad de París, rememoró la obra de Montalvo, y le rindió un homenaje, al cual se asoció el Sr. Martinenche, que es uno de los hispanizantes franceses, para quien no tiene secretos la literatura de la América Latina.
A LA MEMORIA DE UN ESCRITOR LATINO
Tal como lo habíamos anunciado inauguróse ayer tarde una placa conmemorativa en memoria de un gran escritor ecuatoriano, Dn. Juan Montalvo, muerto en París en 1889, en la calle Cardinet.
Es particularmente conocido por sus Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, célebre parodia de Don Quijote. Sus Siete Tratados son notables ensayos como los de Montaigne. En fin, reunió lo más inflamado de sus admirables polémicas en las Catilinarias que Dn. Miguel de Unamuno acaba de prolongarlas.
Terminó esta hermosa fiesta de amistad latina con una recepción en la casa del Excmo. Sr. Gonzalo Zaldumbide, a la que asistió la élite de las Colonias Sud-Americanas y numerosas personalidades parisienses.
De “LE PETIT PARISIEN” – 30 de Junio de 1925.
Toca la iniciativa de esta ceremonial al Sr. Dn. Gonzalo Zaldumbide, Ministro del Ecuador en París, quien constituyó un comité en el que se reunieron los nombres del Marqués de Peralta, Ministro de Costa Rica y Decano del Cuerpo Diplomático Suramericano; de Dn. Miguel de Unamuno, de los señores Jean Richepin, Pierre Dupuy, diputados por París, Martinenche, profesor de la Sorbona, etc.
UNA CEREMONIA FRANCO-LATINA
La brillante Colonia Sud-Americana se reunió ayer para colocar una placa conmemorativa en la casa No. 26 de la calle Cardinet, donde murió en enero de 1889 uno de los maestros de la literatura española del último siglo, al que justamente se le puede llamar el continuador de Don Quijote, Juan Montalvo.
El Ministro del Ecuador en París, Excmo. Sr. Gonzalo Zaldumbide, también él, escritor ilustre, tomó la palabra para ofrecer esta placa a la ciudad de París. El Sr. Contenot, Secretario del Concejo Municipal la agradeció. En nombre de las letras españolas los profesores Martinenche y Unamuno y en nombre de la Prensa Latina, Dn. Mauricio de Waleffe, dijeron en francés y español el raro mérito de Montalvo. Y todos los Ministros y Jefes de Misión Sud-Americanos, a cuya cabeza estaba el Excmo. Sr. ministro de la Argentina y el Embajador del Brasil, asistieron a esta brillante ceremonia franco-americana.
AU JOUR LE JOUR
El día lunes 29 de Junio, una parte numerosa de la colonia hispano-americana se reunió para colocar una placa conmemorativa en la casa námero 26 de la calle Cardinet, en la cual murió, en enero de 1889, don Juan Montalvo, uno de los más grandes escritores de la América dek sur, acerca del cual publicó un juicio definitivo, otro gran pensador y escritor, José Enrique Rodó.
Tomaron también la palabra el Sr. Martinenche, profesor de la Sorbona y el periodista francés Mauricio de Waleffe.
EN HONOR DE LA MEMORIA DE JUAN MONTALVO
Ayer en la casa No. 26 de la Rue Cardinet, se inauguró una placa conmemorativa, en honor del célebre escritor ecuatoriano, Juan Montalvo, que murió, desterrado en París, en 1899.
El Sr. Zaldumbide habló el primero, para agradecer a los miembros del Comité por su ayuda. Enseguida el Sr. Martinenche, Profesor de la Sorbona, relató la obra del escritor, en la que Francia, “patria de Lamartine” a quien adoraba y de Víctor Hugo, a quien veneraba” tuvo tanta influencia.
SOCIEDAD DE AMIGOS DE MONTALVO
EL CONCEJO MUNICIPAL DE AMBATO
Que los honores tributados en París a la memoria del ilustre ecuatoriano don Juan Montalvo constituyen un timbre de gloria para la Patria del eximio escritor e integérrimo repúblico, cuya obra inmortal, rica de las mejores excelencias del ingenio humano está magnificada por una vida sin mácula, de perfecta armonía entre el pensamiento y la acción, y consagrada siempre, con férrea voluntad, a los más puros y altos ideales;
ACUERDA:
Dado en el Salón de Sesiones del I. Concejo Cantonal, en Ambato, a 8 de marzo de 1926.
Los Concejales: M.A. Chiriboga, Alfonso R. Troya, Rafael M. Darquea, Ángel S. Albán, Fausto Bucheli N., Florencio Tinajero, P. Sevilla.
* Gonzalo Zaldumbide: Ministro Plenipotenciario del Ecuador en París (1923-1929), A. Darío Lara
**Reseña histórica del Square de América Latina en Francia, A. Darío Lara
*** A propósito de un busto y de un parentesco, A. Darío Lara
**** Este otro Montalvo, Claude Lara
*****Acerca del Académico Jean Richepin (1849-1926)
****** Un hijo de Juan Montalvo vive actualmente en Francia, A. Darío Lara
-Augustine Catherine Contoux, compañera de Montalvo en París, nombre para las letras ecuatorianas, A. Darío Lara
-Mi primera conversación con el hijo de Juan Montalvo en París, A. Darío Lara
Revisando los archivos de Juan Montalvo, A. Darío Lara
Revelaciones en el archivo del hijo de Juan Montalvo, A. Darío Lara
******* Medardo Angel Silva, poesías escogidas, selección y prólogo de Gonzalo Zaldumbide