INTRODUCCIÓN
Este modesto ensayo, con la seguridad de que pronto tú nos ofrecerás estudios más sustanciosos. Tu Padre».
Noble esperanza, pero no es el objetivo de este trabajo. No será tan innovador después del descubrimiento del hijo de Juan Montalvo; ni tampoco por el alcance de la investigación, pues no he estudiado durante décadas en los archivos y bibliotecas. Será una continuación de la obra: Juan Montalvo en París.
La innovación principal surge de esta admirable escena parisiense del verano de 1963, en los Campos Elíseos donde se lleva a cabo, cada semana, la feria de timbres:
Señor A. Darío Lara
Embajada del Ecuador
34, avenida de Messine
Paris 8°
tel.: LABorde 10-21(1).»
«Penetrar en el horizonte del mundo montalvino puede significar osadía e irreverencia»(2).
Para que el lector conozca el valor real de un aporte tan significativo, hemos traducido esta correspondencia. Así con esta versión española tal documentación estará a la disposición no sólo de especialistas o traductores ocasionales, sino de cuantos se interesen por la existencia del gran Ambateño. Además quiero señalar al lector la importancia de este epistolario que nos permite entender mejor la vida de Juan Montalvo en París ya que sus biógrafos han dejado en el olvido detalles de la misma; así todo lo relativo a sus relaciones familiares. Se trata también de destruir ciertas leyendas, pues esta voz auténtica pone en tela de juicio afirmaciones que han repetido varios montalvistas sin serias investigaciones.
Espero que este libro contribuirá a colocar en el sitio que se merece al autor de estas cartas. Su testimonio, con esta traducción y las notas que formularemos posteriormente, me llevarâ a admitir sin reservas esta afirmación:
«En pocas palabras, cualquier estudio acerca de la vida de Juan Montalvo en París, no podrá hacerse en adelante sin referirse a esta correspondencia» (7).
Me es grato confesar, aquello que me movió a emprender este trabajo ha sido la alta calidad del estudio del doctor Galo René Pérez: Un escritor entre la gloria y las borrascas, vida de Juan Montalvo (8). Sin embargo, acerca del testimonio de Jean Contoux M, el académico Galo René Pérez aseveró:
«Pero también necesito confesar que he debido rechazar muchas de las afirmaciones que él ha recogido de ese memorable personaje, porque las he encontrado viciadas de notoria falsedad» (9), y luego añadió:
«Pero en ningún caso esta vigilancia de juicio ha de entrañar ni el más leve desdén a la aportación que él ha hecho para esclarecer algunos puntos relacionados con la historia de su padre» (10).
«Mis observaciones … , son ligeras sombras que hacen resaltar el cuadro del artista» (11).
Veamos ahora ¿cuáles son «muchas de las afirmaciones» que ha debido rechazar nuestro Académico? y que refutaré con documentos a la vista.
«Algunos ecuatorianos la conocieron, y aún la trataron. Entre ellos dos escritores, amigos de mi biografado: Augustín Yerovi y Víctor Manuel Rendón. Pero ninguno se sintió inclinado a referirse a ella. Menos a describirla. Ni el propio Montalvo lo hizo en ninguno de sus escritos. Seguramente no le apasionó de veras»(13).
De la misma manera en el anexo a la carta número 35, Jean Contoux su hijo, al dirigirse al señor Hugo Moncayo comentó:
«Usted parece creer, o más bien insinúa que, tal vez, después de todo mi madre no fue sino la enfermera y la secretaria de mi padre durante sus últimos días. Es una antífrasis. Mi madre era su compañera desde hada más de tres años; ellos vivían como cualquier matrimonio, con una doméstica y si, en efecto, ella le atendió con abnegación durante toda su larga y dolorosa enfermedad, lo fue por amor y coma debe hacerlo una esposa. Para los ecuatorianos que en aquel entonces ejercían funciones o tenían su residencia en París, especialmente los señores Zaldumbide, Dorn y Alsúa, que frecuentaban nuestra casa así coma los señores Miguel y Ezequiel Seminario; todos ellos la consideraban y la trataban coma tal» (15).
Con gran exactitud, Fernando Chaves aseveró:
«Jean Contoux Montalvo explica la razón por la cual solamente su segundo apellido es Montalvo. Su madre con sinceridad que la vuelve admirable dijo que su unión con el escritor ecuatoriano no fue legalizada, lo que impedía que diera a su hijo el apellido de su padre en primer término. Esa delicadeza de la señora francesa que acompañó y amó a Montalvo como lo prueba todo el período de sacrificada existencia que esa angelical mujer soportó, sumando a su agotador trabajo de costurera el cuidado de un enfermo grave que requería de medicinas, complacencias y que de adehala contribuía a la vida hogareña en el 26 calle Cardinet de París. La ayuda voluntaria aunque bien limitada de los ecuatorianos que vivían en París, funcionarios y particulares, a la señora Contoux, por su hijo y por ella misma pues tenía la figura innata y noble de la mujer francesa de la clase media, contrasta con la mezquindad ecuatoriana … » (16).
«Procedía ella con humildad silenciosa de una criada» o » … apta, para atender y servir a su entristecido y muchas veces desapacible conviviente».
Tengo la seguridad que con la lectura de las cartas de su hijo, el lector apreciará la nobleza de esta mujer, reconocerá sus cualidades y percibirá el encanto que tanto cautivó a Juan Montalvo.
Además el doctor Galo René Pérez descuida por completo una dimensión de vital importancia en la creación artística, su atmósfera:
Al respecto, cabe recordar que Juan Montalvo conocio a Augustine hacia 1882 y que desde esta fecha publicó la primera edición de los Siete Tratados en dos tomos; Mercurial Eclesiástica (1884); El Espectador (1886), el tomo II (1887) y tomo III, en 1888. También, en la misma época, debe tomarse en cuenta los numerosos artículos publicados en revistas europeas y americanas. Asi la «humildad silenciosa» de Augustine Contoux influyó positivamente en la creación literaria de nuestro autor.
«y que, por lo mismo, resulta absurda hasta la suposión de que él haya sido capaz de dar referencias directas y detalladas sobre absolutamente nada del último bienio de la existencia montalvina. Sin embargo Jean Contoux se atreve a hacerlo, puntualizando con énfasis un buen número de circunstancias, cual si las hubiera percibido y memorizado personalmente, pues que rara vez invoca la fuente de información de su madre» (18).
El estudio de la cartas de Jean Contoux es la mejor refutación de lo aseverado, leamos:
– «Naturalmente, tengo también recuerdos personales de mi infancia y de las relaciones que mi madre, fallecida en 1950 en sus noventa años, y yo, hasta mi décimo octavo año, más o menos, tuvimos con la mayor parte de las personalidades ecuatorianas, oficiales o privadas, en misión o residentes en París». (Carta N° 1).
– «Pienso poder añadir una nota relativa a la vida de mi Padre en París, según lo que mi madre me ha contado durante mi juventud». (Carta N° 6).
– «Al remover viejos papeles en contré algunas líneas de mi madre, relativas a la enfermedad y fallecimiento de mi padre. Las he puesto en limpio para usted». (Carta N° 13).
– «Mientras tanto, para su documentación personal, podré darle por escrito detalles sobre las relaciones que mi madre y yo mantuvimos con muchas personalidades ecuatorianas». (Carta N° 31).
– «Por mis cartas y verbalmente, durante mi viaje a París, le revelé los recuerdos que tenía de mi madre». (Carta N° 61).
– «Siempre supe, aun muy joven por mi madre, y más tarde por el señor Yerovi… » (Carta N° 65).
Por último, en el anexo de la carta número 6, Jean Contoux se refiere a su madre:
¿Estas aseveraciones no prueban con absoluta claridad que su madre fue su principal e irremplazable fuente de información? Y no sólo «raras veces»: como se manifestó anteriormente, sino varias. Por otra parte, Jean Contoux de ninguna manera se «atreve a hacerlo, puntualizando con énfasis un buen número de circunstancias cual si las hubiera percibido y memorizado personalmente … «; nada de eso, y como lo reconoció: «lo que concierne a mi padre le parecerá sin duda alguna un poco breve. Cuando su fallecimiento, yo era demasiado tierno para guardar muchos recuerdos personales» (19). Por lo tanto es indiscutible que su madre sensibilizó a su hijo para que conozca a su padre a través de múltiples evocaciones y, por una feliz coincidencia de una «escena parisiense»: Jean Contoux, se preocupó en salvar la memoria de su progenitor, Juan Montalvo, gracias a estas cartas. Por ello, con toda razón mi padre afirmó, en su conferencia del 6 de abril de 1982:
«Si estos datos autobiográficos de Jean Contoux ofrecen tanto interés, con cuanto mayor intención debemos recordar los párrafos que escribió sobre su padre y que en más de las característica de este buen hijo fue el permanente y vivo recuerdo que conservó de su padre, a quien, sin embargo, no le conoció sino en sus tiernos años. Pero tales recuerdos fueron frecuentemente refrescados por las conversaciones con su madre. Desde muy niño, Jean tuvo perfecta conciencia de la personalidad de Juan Montalvo, de lo que representaba en las letras ecuatorianas y pudo así dejarnos algunos rasgos que contemplan aquellos que escribieron quienes conocieron y trataron a Juan Montalvo en París»(20).
Además, el 1° de febrero de este año en la Embajada del Ecuador en París hemos entrevistado mi padre y yo a Yolande Simard, nieta de Augustine Contoux y sobrina nieta de Juan Montalvo, le acompañaba su hijo Jean-Jacques Curtet Simard y nos dio a conocer verdaderas revelaciones totalmente inesperadas. En otras cosas, que su madre, Suzanne Contoux hermana de madre de Jean Contoux; falleció cuando Yolande cumplió diez años y su abuela, Augustine Contoux, se encargó de su educación. Nos señala que su abuela era una mujer sumamente generosa, de gran corazón, que hablaba y leía el español. Por otra parte, le leía fragmentos en español de las obras de su marido, Juan Montalvo, y a menudo manifestaba que se sentía orgullosa de haber vivido estos años con el ilustre Ambateño. No cabe duda que parte de este testimonio oral prueba, una vez más, que si Augustine Contoux, abuela ya, hablaba de Juan Montalvo en estos términos tan positivos a su nieta y con lecturas de sus escritos, su hijo, Jean Contoux, debió ser educado con el recuerdo permanente de su padre, Juan Montalvo (21).
Otro olvido sorprendente es la evocación de los amigos de Juan Montalvo a su hijo. No se puede dejar pasar la siguiente información sin captar inmediatamente su contenido y sacar conclusiones esclarecedoras:
«Naturalmente tengo también recuerdos personales … , y yo, hasta mi décimo octavo año, más o menos, tuvimos con la mayor parte de las personalidades ecuatorianas, oficiales, o privadas, en misión o residente en París»(22).
Miremos los textos:
«Durante mucho tiempo, sus amigos y las personalidades que residían en París o de paso ayudaron a mi madre: señor M. Rendón, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Francia; el señor Carlos Winter, Cónsul General; su sucesor, el señor Angel Miguel Carbo; los señores Hermanos Seminario, banqueros, me recibían regularmente… Más tarde también vi frecuentemente, luego de haber visitado a mi madre, al señor Olmedo Alfaro, hijo del General Eloy Alfaro» (Anexo a la Carta N° 37).
«Terminé el plan del opúsculo que me propongo escribir acerca de mi padre, es decir acerca de su vida en París, según los recuerdos que recogí en mi juventud de mi madre y de los señores Yerovi, Y.M. Rendón y de Alsúa; los tres, me hablaron de él (Juan Montalvo) a menudo» (Carta N° 55).
«No me extraña que haya encontrado en la revista «Europa y América» la manifestación de la gran amistad que le unía con el señor Peralta. He debido decirle que lo conocí durante una de sus estadías en Francia. Debía tener yo quince años o diez y seis años e iba almorzar con él, en su hotel, casi cada jueves … Siempre supe, aun muy joven por mi madre y más tarde por el señor Yerovi, el señor Manuel Rendón, señor Carlos Winter, señor Seminario … » (Carta N° 65).
Estas citaciones documentadas comprueban que dentro de sus recuerdos personales, se deben incluir las múltiples conversaciones de varios amigos de Juan Montalvo. Y, finalmente, para un mejor conocimiento de la vida en Francia del ilustre Ambateño, esta correspondencia demuestra que, Jean Contoux se convirtió en el portavoz tanto de su madre como de los compatriotas mencionados en sus cartas, gracias a estos frecuentes testimonios.
Juan Montalvo en su estudio sobre la «Caridad en París» escribió: «La casa donde yo vivo, por falta de uno, tiene dos patios; y la portera es tan compasiva que jamás les (mendigos) niega el ingreso. No hay ventana que no se abra, ni muchacha que no saque la cabeza y tire sus dos sueldos. Mi criada tiene orden de no quedarse atrás, y da siempre como las otras» (24).
El lector apreciará.
Valga la ocasión para recordar en las relaciones de Gonzalo Zaldumbide y el hijo de Montalvo, este párrafo de mi padre:
«y falso en el mismo grado son las reuniones en los salones de «El Figaro» y de sus artículos para dicho diario» (26), afirmó aún Galo René Pérez. Por tan categórico que sean estos rechazos – y no pocas veces ello ha significado falta de argumentación – no se expone con claridad este asunto: la colaboración de Juan Montalvo en el diario parisiense «El Figaro». Al respecto Jean Contoux en carta de 6 de noviembre de 1969, escribió:
Mi padre, al informarse sobre la posible colaboración de Juan Montalvo, durante los años de 1882-1887 en este diario, luego de revisar uno a uno todos los números de esta época y además «El Figaro Literario», no ha encontrado ningún artículo firmado por Juan Montalvo. Halló sí, varios artículos con seudónimos, por lo que en carta de 18 de diciembre de 1977 se dirigió al señor Max Clos, Director de la Dirección, quien contestó el 6 de enero de 1978:
«Señor Consejero: recibí su carta del 18 de diciembre y luego de haber ordenado realizar una averiguación tanto en los servicios de los archivos coma de nuestros servicios administrativos; lamentablemente no se ha encontrado huella de su compatriota Juan Montalvo. Tampoco me ha sido posible conocer si escribía con un seudónimo, nuestros archivos administrativos fueron destruidos durante la guerra».
Una vez «esclarecidas estas ligeras sombras» con pruebas que juzgo determinantes, concuerdo aunque no enteramente con la conclusión del doctor Galo René Pérez: «Pero en ningún caso esta vigilancla de juicio ha de entrañar ni el más leve desdén a la aportacion que él (Jean Contoux) ha hecho para esclarecer algunos puntos relacionados con la historia de su padre». Parcialmente sí; porque con esta traducción brevemente comentada trato de demostrar al lector que mi tesis va mas allá; no sólo esclarecer «algunos puntos relacionados» con la vida del polemista Ambateño, sino también tomar en cuenta lo siguiente:
Y, por último, si con acierto mi padre constató que: »Así, el hijo parisiense de Juan Montalvo, en sus ochenta y tres años bien cumplidos, descendió a la tumba en un olvido, en un abandono más sensibles aún que su ilustre padre» (30).
«… por su ilustración, por su cultura no ostentaba un parentesco inmerecido con el ilustre Ambateño, por el contrario y pese a los azares de la sangre, era un hijo digno del muerto inmortal» (31).
París, marzo de 1995.
*Ediciones Abya-Yala/Casa de Montalvo, Cayambe, 1996.
NOTAS
1 Ver la conferencia del martes 6 de abril de 1982, reproducida por primera vez en el anexo 3.2 Darío Lara: Juan Montalvo en París. Introducción, tomo 1. Subsecretaría de Ambato – I. Municipio de Ambato; 1981, pág. XI.
2 Darío Lara: Juan Montalvo en París. Introducción, tomo 1. Subsecretaría de Ambato – I. Municipio de Ambato; 1981, pág. XI.
3 Añadimos también las cartas número 40, 41 Y42 de su esposa, ya que forman parte de esta relación epistolaria, así coma las cuatro últimas.
4 Empleo este pronombre en plural ya que mi padre tradujo en su obra Juan Montalvo en París y en sus conferencias varios pasajes de estas sesenta y dos cartas. Además, me ayudó constantemente en la elaboración de la versión española, así como en la redacción de las notas.
5 Me refiero a las siguientes publicaciones: Montalvo y Lida en Niza y Cuadernos de Apuntes, tomos primero y segundo. En la primera obra hay algunos errores de traducción, mientras que la segunda, las fallas son tan graves que sería necesario reeditarla.
6 Esta introducción no es un comentario de estas misivas, existe ya el libro de mi padre, pero para completar su estudio me pareció necesario añadir en anexo sus dos conferencias, inéditas aún, pronunciadas en el Municipio de Ambato, en ocasión del sesquicentenario del nacimiento de Juan Montalvo (1832-1982). Ver anexo 3.
7 Claude Lara: «Acerca de Jean Contoux M., hijo de Juan Montalvo». Revista AFESE, N° 25. 1995.
8 Galo René Pérez, Biblioteca de la Revista Cultura VI, Banco Central del Ecuador. Quito-Ecuador, 1992.
9 Ibidem, pág. 478.
10 Ibidem, pág. 480.
11 Carta de mi padre al doctor Galo René Pérez, de 25 de noviembre de 1991.
12 Idem nota 8, pág. 472.
13 Ibidem, págs. 472 y 473.
14 Idem nota 2, pág. 44.
15 Subrayado de Jean Contoux M.
16 Correo Diplomático, Año III, número 8, enero-marzo 1987, pág. 101.
17 Jean Guitton: Le Travail intellectuel, Aubier, éditions Montaigne, 1951, Paris, pages. 42-44. Traducción del autor.
18 Idem nota 9.
19 Ver carta N° 8.
20 Ver anexo 3; pág. 290.
21 A. Darío Lara: «Entrevista con la señora Yolande Simard y su hijo Jean-Jacques Curtet Simard». Memoria N° 3 Y 4. Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas (SEIGHE) Quito, 1996.
22 Ver carta N° 1.
23 Idem nota 9.
24 El Espectador, Biblioteca Letras de Tungurahua. 1. Municipio de Ambato; pág. 305.
25 Idem nota 20, págs. 287 a 288.
26 Idem nota 8, pág. 479.
27 Al respecto, Jean Contoux M. en una conversación con mi padre precisó: «Fue también cuando me señaló el departamento en que vivió Jean Richepin, gran escritor, periodista, colaborador del Figaro; según me dijo, gracias a la amistad del ecuatoriano con aquel francés logró colaborar en el diario parisiense». Idem nota 2, pág. 98 y para más precisiones, ver las págs. 97-100.
28 Reproduzco en el anexo 4, inéditos de Juan Montalvo encontrados por mi padre.
29 Idem nota 2, pág. 21.
30 Ibidem, pág. 83.
31 Anexo 3, primera conferencia; pág 288.
INDICE
Presentación: p.I
Introducción: p. 3
Epistolario: p. 17
Anexos: p. 227
Anexo 1 – A propósito de un busto y de un parentesco: p. 229
Anexo 2 – Artículos sobre el hijo de Juan Montalvo y su descendencia en Francia: p. 238. (Un hijo de Juan Montalvo vive actualmente en Francia; Hace setenta y cinco años murió Juan Montalvo; Mi primera conversación con el hijo de Juan Montalvo; Revisando los archivos del hijo de Juan Montalvo y Revelaciones en el archivo del hijo de Juan Montalvo).
Anexo 3 – Primera Conferencia (Martes, 6 de abril de 1982): p. 268
Segunda Conferencia (Miércoles, 14 de abril de 1982): p. 300
Anexo 4 – Diez artículos atribuidos a Juan Montalvo: p. 315
La unión de las Repúblicas de Centro-América: p. 315
El general don Rufino Barrios: p. 320
El Ministro de España en Guatemala: p. 325
Guerra de Centro-América. La República del Salvador: p. 326
La Unión Centro-americana: p. 331
Don Benjamín Vicuña-Mackenna: p. 335
La quincena política. Francia: p. 339
El terremoto de la lengua castellana: p. 342
Crónica quincenal parisiense: p. 348
Hombres notables de América. Don Lorenzo Montúfar: p. 352
Cómo se escribe en América: p. 354
Don Gregorio de Icaza (A. L. Yerovi): p. 355
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INFORMACION ACERCA DE ESTA OBRA
«Tras la huella de Montalvo» (por Renán flores Jaramillo)
«A propósito de un busto y de un parentesco» (por A. Darío Lara)
«Juan Montalvo en la universidad francesa» (por A. Darío Lara)
«Un hijo de Juan Montalvo vive actualmente en Francia» (A. Darío Lara)
«Hace setenta y cinco años murió Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)
«Auguste-Catherine Contoux, compañera de Montalvo en París, nombre para las letras ecuatorianas» (por A. Darío Lara)
«Mi primera conversación con el hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)
«Revisando los archivos del hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)
«Revelaciones en el Archivo del Hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)
Juan Montalvo en Francia Actas del Coloquio de Besançon(15-17 de marzo de 1975) y, particularmente, «Juan Montalvo en París» por A. Darío Lara, pp. 190-206
«Juan Montalvo de regreso a París» (por A. Darío Lara)
«Homenaje a Juan Montalvo y textos desconocidos» (por Claude Lara)