Por Claude Lara

INTRODUCCIÓN

En la dedicatoria de su libro: «Juan Montalvo en París», leo:
«A mi hijo Claude.
Este modesto ensayo, con la seguridad de que pronto tú nos ofrecerás estudios más sustanciosos. Tu Padre».

Noble esperanza, pero no es el objetivo de este trabajo. No será tan innovador después del descubrimiento del hijo de Juan Montalvo; ni tampoco por el alcance de la investigación, pues no he estudiado durante décadas en los archivos y bibliotecas. Será una continuación de la obra: Juan Montalvo en París.

La innovación principal surge de esta admirable escena parisiense del verano de 1963, en los Campos Elíseos donde se lleva a cabo, cada semana, la feria de timbres:

«Señor, ¿tiene usted algún timbre de esta serie de Juan Montalvo? preguntaba un adolescente que tenía en sus manos una estampilla ecuatoriana con la efigie del ilustre escritor … ¿Por qué te interesa Juan Montalvo? Dijo al adolescente un caballero de noble prestancia, finas maneras, admirado de oír en semejante sitio y de labios de un francesito el nombre del gran clásico. Este distinguido caballero, filatélico de ocasión, y horas de ocio, se dedicaba a trabajos más serios: era el Consejero Cultural de la Embajada de Venezuela …
Su nombre: FG. Pardo de Leygonier, lo he menciona do en algunos de mis libros; pues, tuve el privilegio de disfrutar de su amistad …
Extrañado por esta intervención, con admirable encanto el adolescente contestó: Mi papá me ha contado que pertenece a la familia de Juan Montalvo y, según parece, fue un gran escritor …
Si deseas algunas estampillas de Juan Montalvo y más detalles de su biografía – añadió el diplomático venezolano – dirígete a este señor… Sacó una tarjeta y escribió:

Señor A. Darío Lara
Embajada del Ecuador
34, avenida de Messine
Paris 8°
tel.: LABorde 10-21(1).»

Gracias a sus descendientes en Francia la investigación sobre Juan Montalvo continúa y como ha escrito Oswaldo Barrera:

«Penetrar en el horizonte del mundo montalvino puede significar osadía e irreverencia»(2).

Es justamente el propósito de este libro. Su hijo, Jean Contoux Montalvo, ha dado un testimonio acerca de su padre, Juan Montalvo, de su vida en París especialmente, al escribir sesenta y dos cartas al doctor A. Darío Lara, entre los años 1963 y 1969. No obstante, se desconoce esta contribución, seguramente porque, a veces, se tiende a despreciarlo, más grave aún a criticar con desdén tales documentos sin haberlos examinado debidamente.

Para que el lector conozca el valor real de un aporte tan significativo, hemos traducido esta correspondencia. Así con esta versión española tal documentación estará a la disposición no sólo de especialistas o traductores ocasionales, sino de cuantos se interesen por la existencia del gran Ambateño. Además quiero señalar al lector la importancia de este epistolario que nos permite entender mejor la vida de Juan Montalvo en París ya que sus biógrafos han dejado en el olvido detalles de la misma; así todo lo relativo a sus relaciones familiares. Se trata también de destruir ciertas leyendas, pues esta voz auténtica pone en tela de juicio afirmaciones que han repetido varios montalvistas sin serias investigaciones.

Espero que este libro contribuirá a colocar en el sitio que se merece al autor de estas cartas. Su testimonio, con esta traducción y las notas que formularemos posteriormente, me llevarâ a admitir sin reservas esta afirmación:

«En pocas palabras, cualquier estudio acerca de la vida de Juan Montalvo en París, no podrá hacerse en adelante sin referirse a esta correspondencia» (7).

Me es grato confesar, aquello que me movió a emprender este trabajo ha sido la alta calidad del estudio del doctor Galo René Pérez: Un escritor entre la gloria y las borrascas, vida de Juan Montalvo (8). Sin embargo, acerca del testimonio de Jean Contoux M, el académico Galo René Pérez aseveró:

«Pero también necesito confesar que he debido rechazar muchas de las afirmaciones que él ha recogido de ese memorable personaje, porque las he encontrado viciadas de notoria falsedad» (9), y luego añadió:

«Pero en ningún caso esta vigilancia de juicio ha de entrañar ni el más leve desdén a la aportación que él ha hecho para esclarecer algunos puntos relacionados con la historia de su padre» (10).

Como ha escrito mi padre al doctor Galo René Pérez, al comentar su libro sobre Juan Montalvo:

«Mis observaciones … , son ligeras sombras que hacen resaltar el cuadro del artista» (11).

Mis críticas estarán inspiradas por este mismo espíritu y de ninguna manera pongo en duda los grandes méritos de esta biografîa. Trataré tan sólo de disipar «ligeras sombras» para que el lector valore plenamente esta contribución a la bibliografía montalvina.

Veamos ahora ¿cuáles son «muchas de las afirmaciones» que ha debido rechazar nuestro Académico? y que refutaré con documentos a la vista.

«Lo de Augustine Contoux se presentó coma una incidencia obligada dentro de la fatalidad de su aislamiento en el extranjero» (12), y sobre todo:

«Algunos ecuatorianos la conocieron, y aún la trataron. Entre ellos dos escritores, amigos de mi biografado: Augustín Yerovi y Víctor Manuel Rendón. Pero ninguno se sintió inclinado a referirse a ella. Menos a describirla. Ni el propio Montalvo lo hizo en ninguno de sus escritos. Seguramente no le apasionó de veras»(13).

Curiosa apreciación y totalmente en contradicción con lo que escribió Juan Montalvo acerca de Augustine a su hermano Francisco, el 22 de agosto de 1888:
«Tan débil estoy, que apenas puedo dictar cuatro líneas. Por dicha una admirable mujer y buena amiga me recuerda a cada instante a mi hermana Juana. En verdad ella me ha salvado la vida con sus desvelos y su vigilancia. Tres meses de calentura y anonadamiento habrían sobrado para acabar conmigo sin la asistencia de este ángel de mi guarda. Después (de) seis años que vivo en familia, me ha salvado tres veces la vida por su amor por mí y me ha (dado) un mucha(cho) Juanito de dos años …»(14).

De la misma manera en el anexo a la carta número 35, Jean Contoux su hijo, al dirigirse al señor Hugo Moncayo comentó:

«Usted parece creer, o más bien insinúa que, tal vez, después de todo mi madre no fue sino la enfermera y la secretaria de mi padre durante sus últimos días. Es una antífrasis. Mi madre era su compañera desde hada más de tres años; ellos vivían como cualquier matrimonio, con una doméstica y si, en efecto, ella le atendió con abnegación durante toda su larga y dolorosa enfermedad, lo fue por amor y coma debe hacerlo una esposa. Para los ecuatorianos que en aquel entonces ejercían funciones o tenían su residencia en París, especialmente los señores Zaldumbide, Dorn y Alsúa, que frecuentaban nuestra casa así coma los señores Miguel y Ezequiel Seminario; todos ellos la consideraban y la trataban coma tal» (15).

Con gran exactitud, Fernando Chaves aseveró:

«Jean Contoux Montalvo explica la razón por la cual solamente su segundo apellido es Montalvo. Su madre con sinceridad que la vuelve admirable dijo que su unión con el escritor ecuatoriano no fue legalizada, lo que impedía que diera a su hijo el apellido de su padre en primer término. Esa delicadeza de la señora francesa que acompañó y amó a Montalvo como lo prueba todo el período de sacrificada existencia que esa angelical mujer soportó, sumando a su agotador trabajo de costurera el cuidado de un enfermo grave que requería de medicinas, complacencias y que de adehala contribuía a la vida hogareña en el 26 calle Cardinet de París. La ayuda voluntaria aunque bien limitada de los ecuatorianos que vivían en París, funcionarios y particulares, a la señora Contoux, por su hijo y por ella misma pues tenía la figura innata y noble de la mujer francesa de la clase media, contrasta con la mezquindad ecuatoriana … » (16).

Por lo tanto, no se entiende muy bien cómo nuestro biógrafo sin un estudio profundizado y una sólida documentación -llega a estas conclusiones acerca de la señora Augustine Contoux:

«Procedía ella con humildad silenciosa de una criada» o » … apta, para atender y servir a su entristecido y muchas veces desapacible conviviente».

Tengo la seguridad que con la lectura de las cartas de su hijo, el lector apreciará la nobleza de esta mujer, reconocerá sus cualidades y percibirá el encanto que tanto cautivó a Juan Montalvo.

Además el doctor Galo René Pérez descuida por completo una dimensión de vital importancia en la creación artística, su atmósfera:

«La preparación del trabajo requiere un nido y más aún de una atmósfera … Bueno es saber de dónde viene la luz … Cuando es posible un segundo ser, resistente y a la vez reflejo, que tanto os ayude a controlar vuestros pensamientos nacientes, y que sea también el confidente de la tragedia. Y sin duda alguna es difícil encontrar a un colaborador bastante dócil, bastante refractario también para proyectar hacia afuera, la mejor parte de vosotros mismos. Foch tuvo a Weygand, sin el cual no hubiera sido él mismo. A menudo interrogué al general Weygand sobre el género de ayuda que daba a su jefe. Era en suma, según su modestia, en gran parte un servicio de admiración análogo al del ser amante. Puesto que la admiración que se tiene para usted disipa vuestros trastornos. Un secretario, un discípulo mudo, una esposa silenciosa pueden si necesario desempeñar este mismo oficio. Se encuentra siempre las ayudas que se ha merecido» (17).

Al respecto, cabe recordar que Juan Montalvo conocio a Augustine hacia 1882 y que desde esta fecha publicó la primera edición de los Siete Tratados en dos tomos; Mercurial Eclesiástica (1884); El Espectador (1886), el tomo II (1887) y tomo III, en 1888. También, en la misma época, debe tomarse en cuenta los numerosos artículos publicados en revistas europeas y americanas. Asi la «humildad silenciosa» de Augustine Contoux influyó positivamente en la creación literaria de nuestro autor.

Otra aseveración desconcertante:

«y que, por lo mismo, resulta absurda hasta la suposión de que él haya sido capaz de dar referencias directas y detalladas sobre absolutamente nada del último bienio de la existencia montalvina. Sin embargo Jean Contoux se atreve a hacerlo, puntualizando con énfasis un buen número de circunstancias, cual si las hubiera percibido y memorizado personalmente, pues que rara vez invoca la fuente de información de su madre» (18).

El estudio de la cartas de Jean Contoux es la mejor refutación de lo aseverado, leamos:

– «Naturalmente, tengo también recuerdos personales de mi infancia y de las relaciones que mi madre, fallecida en 1950 en sus noventa años, y yo, hasta mi décimo octavo año, más o menos, tuvimos con la mayor parte de las personalidades ecuatorianas, oficiales o privadas, en misión o residentes en París». (Carta N° 1).

– «Pienso poder añadir una nota relativa a la vida de mi Padre en París, según lo que mi madre me ha contado durante mi juventud». (Carta N° 6).

– «Al remover viejos papeles en contré algunas líneas de mi madre, relativas a la enfermedad y fallecimiento de mi padre. Las he puesto en limpio para usted». (Carta N° 13).

– «Mientras tanto, para su documentación personal, podré darle por escrito detalles sobre las relaciones que mi madre y yo mantuvimos con muchas personalidades ecuatorianas». (Carta N° 31).

– «Por mis cartas y verbalmente, durante mi viaje a París, le revelé los recuerdos que tenía de mi madre». (Carta N° 61).

– «Siempre supe, aun muy joven por mi madre, y más tarde por el señor Yerovi… » (Carta N° 65).

Por último, en el anexo de la carta número 6, Jean Contoux se refiere a su madre:

«Había conservado una excelente memoria y guardaba vivo el recuerdo de los años pasados con mi padre, pero, no le gustaba hablar de ello».

¿Estas aseveraciones no prueban con absoluta claridad que su madre fue su principal e irremplazable fuente de información? Y no sólo «raras veces»: como se manifestó anteriormente, sino varias. Por otra parte, Jean Contoux de ninguna manera se «atreve a hacerlo, puntualizando con énfasis un buen número de circunstancias cual si las hubiera percibido y memorizado personalmente … «; nada de eso, y como lo reconoció: «lo que concierne a mi padre le parecerá sin duda alguna un poco breve. Cuando su fallecimiento, yo era demasiado tierno para guardar muchos recuerdos personales» (19). Por lo tanto es indiscutible que su madre sensibilizó a su hijo para que conozca a su padre a través de múltiples evocaciones y, por una feliz coincidencia de una «escena parisiense»: Jean Contoux, se preocupó en salvar la memoria de su progenitor, Juan Montalvo, gracias a estas cartas. Por ello, con toda razón mi padre afirmó, en su conferencia del 6 de abril de 1982:

«Si estos datos autobiográficos de Jean Contoux ofrecen tanto interés, con cuanto mayor intención debemos recordar los párrafos que escribió sobre su padre y que en más de las característica de este buen hijo fue el permanente y vivo recuerdo que conservó de su padre, a quien, sin embargo, no le conoció sino en sus tiernos años. Pero tales recuerdos fueron frecuentemente refrescados por las conversaciones con su madre. Desde muy niño, Jean tuvo perfecta conciencia de la personalidad de Juan Montalvo, de lo que representaba en las letras ecuatorianas y pudo así dejarnos algunos rasgos que contemplan aquellos que escribieron quienes conocieron y trataron a Juan Montalvo en París»(20).

Además, el 1° de febrero de este año en la Embajada del Ecuador en París hemos entrevistado mi padre y yo a Yolande Simard, nieta de Augustine Contoux y sobrina nieta de Juan Montalvo, le acompañaba su hijo Jean-Jacques Curtet Simard y nos dio a conocer verdaderas revelaciones totalmente inesperadas. En otras cosas, que su madre, Suzanne Contoux hermana de madre de Jean Contoux; falleció cuando Yolande cumplió diez años y su abuela, Augustine Contoux, se encargó de su educación. Nos señala que su abuela era una mujer sumamente generosa, de gran corazón, que hablaba y leía el español. Por otra parte, le leía fragmentos en español de las obras de su marido, Juan Montalvo, y a menudo manifestaba que se sentía orgullosa de haber vivido estos años con el ilustre Ambateño. No cabe duda que parte de este testimonio oral prueba, una vez más, que si Augustine Contoux, abuela ya, hablaba de Juan Montalvo en estos términos tan positivos a su nieta y con lecturas de sus escritos, su hijo, Jean Contoux, debió ser educado con el recuerdo permanente de su padre, Juan Montalvo (21).

Otro olvido sorprendente es la evocación de los amigos de Juan Montalvo a su hijo. No se puede dejar pasar la siguiente información sin captar inmediatamente su contenido y sacar conclusiones esclarecedoras:

«Naturalmente tengo también recuerdos personales … , y yo, hasta mi décimo octavo año, más o menos, tuvimos con la mayor parte de las personalidades ecuatorianas, oficiales, o privadas, en misión o residente en París»(22).

Miremos los textos:

«Evidentemente, el nombre del señor Gonzalo Zaldumbide me es conocido, porque varias veces en mi infancia mi madre me habló de él. Supe así que la Señora de Zaldumbide (esposa de Julio Zaldumbide) frecuentaba la casa de mis padres, y si no me falla la memoria, me guardó en su casa durante los últimos días de mi padre y durante las exequias … » (Carta N° 3).

«Durante mucho tiempo, sus amigos y las personalidades que residían en París o de paso ayudaron a mi madre: señor M. Rendón, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Francia; el señor Carlos Winter, Cónsul General; su sucesor, el señor Angel Miguel Carbo; los señores Hermanos Seminario, banqueros, me recibían regularmente… Más tarde también vi frecuentemente, luego de haber visitado a mi madre, al señor Olmedo Alfaro, hijo del General Eloy Alfaro» (Anexo a la Carta N° 37).

«Terminé el plan del opúsculo que me propongo escribir acerca de mi padre, es decir acerca de su vida en París, según los recuerdos que recogí en mi juventud de mi madre y de los señores Yerovi, Y.M. Rendón y de Alsúa; los tres, me hablaron de él (Juan Montalvo) a menudo» (Carta N° 55).

«No me extraña que haya encontrado en la revista «Europa y América» la manifestación de la gran amistad que le unía con el señor Peralta. He debido decirle que lo conocí durante una de sus estadías en Francia. Debía tener yo quince años o diez y seis años e iba almorzar con él, en su hotel, casi cada jueves … Siempre supe, aun muy joven por mi madre y más tarde por el señor Yerovi, el señor Manuel Rendón, señor Carlos Winter, señor Seminario … » (Carta N° 65).

Estas citaciones documentadas comprueban que dentro de sus recuerdos personales, se deben incluir las múltiples conversaciones de varios amigos de Juan Montalvo. Y, finalmente, para un mejor conocimiento de la vida en Francia del ilustre Ambateño, esta correspondencia demuestra que, Jean Contoux se convirtió en el portavoz tanto de su madre como de los compatriotas mencionados en sus cartas, gracias a estos frecuentes testimonios.

Otro comentario sin fundamento del doctor Galo René Pérez:» … dado el invariable infortunio económico de Montalvo, la única persona que le servía en su tercera estadía francesa era su conviviente. Esto es, Augustine. No había la aludida doméstica» (23).

Juan Montalvo en su estudio sobre la «Caridad en París» escribió: «La casa donde yo vivo, por falta de uno, tiene dos patios; y la portera es tan compasiva que jamás les (mendigos) niega el ingreso. No hay ventana que no se abra, ni muchacha que no saque la cabeza y tire sus dos sueldos. Mi criada tiene orden de no quedarse atrás, y da siempre como las otras» (24).

El lector apreciará.

Valga la ocasión para recordar en las relaciones de Gonzalo Zaldumbide y el hijo de Montalvo, este párrafo de mi padre:

«… puedo ahora referirme a aquello que me parece una actitud misteriosa de Gonzalo Zaldumbide en todo cuanto se relaciona con la familia francesa de Juan Montalvo. Debo comenzar afirmando que Gonzalo Zaldumbide conoce perfectamente la existencia de este hijo. Que le encontró en París. Que recibió algunos documentos de la madre de Jean, cuando preparaba la edición de las obras de Juan Montalvo en la Casa Editorial Garnier Hermanos. Y, sin embargo, según me parece, trató de ocultar, no habló claramente del asunto, por motivos que sobrepasan» (25).

«y falso en el mismo grado son las reuniones en los salones de «El Figaro» y de sus artículos para dicho diario» (26), afirmó aún Galo René Pérez. Por tan categórico que sean estos rechazos – y no pocas veces ello ha significado falta de argumentación – no se expone con claridad este asunto: la colaboración de Juan Montalvo en el diario parisiense «El Figaro». Al respecto Jean Contoux en carta de 6 de noviembre de 1969, escribió:

»Aquello que me admira, en cambio, es que usted no haya encontrado ningún artículo en la colección del diario «El Figaro». Yo siempre supe, aun muy niño por mi madre, más tarde por el señor Yerovi, señor Rendón, señor Carlos Winter, señor Seminario, que mi padre colaboraba en este diario, si no regularmente, a lo menos de tiempo en tiempo. TaI vez coma estaba ya exiliado, escribía con un seudónimo o también anónimamente. Es posible» (27).

Mi padre, al informarse sobre la posible colaboración de Juan Montalvo, durante los años de 1882-1887 en este diario, luego de revisar uno a uno todos los números de esta época y además «El Figaro Literario», no ha encontrado ningún artículo firmado por Juan Montalvo. Halló sí, varios artículos con seudónimos, por lo que en carta de 18 de diciembre de 1977 se dirigió al señor Max Clos, Director de la Dirección, quien contestó el 6 de enero de 1978:

«Señor Consejero: recibí su carta del 18 de diciembre y luego de haber ordenado realizar una averiguación tanto en los servicios de los archivos coma de nuestros servicios administrativos; lamentablemente no se ha encontrado huella de su compatriota Juan Montalvo. Tampoco me ha sido posible conocer si escribía con un seudónimo, nuestros archivos administrativos fueron destruidos durante la guerra».

El hecho de que hasta el momento no se hayan encontrado en «El Figaro» artículos en francés con el nombre de Juan Montalvo, no permite sacar conclusiones definitivas, visto que el ilustre Ambateño firmó varias de sus cartas, artículos con iniciales, seudónimos o sin ninguna indicación. Tal fue el caso de sus colaboraciones en la revista «Europa y América» del que mi padre ha ofrecido veinte artículos en el tomo segundo de los «más de cuarenta» que afirma haber recogido en dicha publicación, entre 1882 y 1887 (28). Además como varios críticos y literatos confirmaron la opinión de Jean Contoux, según sus afirmaciones que leemos en sus cartas de 3 de julio de 1966 y de 10 de noviembre de 1969. Por lo tanto, el asunto queda pendiente aún y no se ha dicho todavía la útima palabra.

Una vez «esclarecidas estas ligeras sombras» con pruebas que juzgo determinantes, concuerdo aunque no enteramente con la conclusión del doctor Galo René Pérez: «Pero en ningún caso esta vigilancla de juicio ha de entrañar ni el más leve desdén a la aportacion que él (Jean Contoux) ha hecho para esclarecer algunos puntos relacionados con la historia de su padre». Parcialmente sí; porque con esta traducción brevemente comentada trato de demostrar al lector que mi tesis va mas allá; no sólo esclarecer «algunos puntos relacionados» con la vida del polemista Ambateño, sino también tomar en cuenta lo siguiente:

«es imposible evocar la personalidad de Juan Montalvo sin referirse a sus relaciones con Francia» (29).

Y, por último, si con acierto mi padre constató que: »Así, el hijo parisiense de Juan Montalvo, en sus ochenta y tres años bien cumplidos, descendió a la tumba en un olvido, en un abandono más sensibles aún que su ilustre padre» (30).

Confío que este trabajo revelará al lector la figura de Jean Conloux Montalvo y lo colocará en el sitio que merece, eso es:

«… por su ilustración, por su cultura no ostentaba un parentesco inmerecido con el ilustre Ambateño, por el contrario y pese a los azares de la sangre, era un hijo digno del muerto inmortal» (31).

París, marzo de 1995.

*Ediciones Abya-Yala/Casa de Montalvo, Cayambe, 1996.

NOTAS

1 Ver la conferencia del martes 6 de abril de 1982, reproducida por primera vez en el anexo 3.2 Darío Lara: Juan Montalvo en París. Introducción, tomo 1. Subsecretaría de Ambato – I. Municipio de Ambato; 1981, pág. XI.

2 Darío Lara: Juan Montalvo en París. Introducción, tomo 1. Subsecretaría de Ambato – I. Municipio de Ambato; 1981, pág. XI.

3 Añadimos también las cartas número 40, 41 Y42 de su esposa, ya que forman parte de esta relación epistolaria, así coma las cuatro últimas.

4 Empleo este pronombre en plural ya que mi padre tradujo en su obra Juan Montalvo en París y en sus conferencias varios pasajes de estas sesenta y dos cartas. Además, me ayudó constantemente en la elaboración de la versión española, así como en la redacción de las notas.

5 Me refiero a las siguientes publicaciones: Montalvo y Lida en Niza y Cuadernos de Apuntes, tomos primero y segundo. En la primera obra hay algunos errores de traducción, mientras que la segunda, las fallas son tan graves que sería necesario reeditarla.

6 Esta introducción no es un comentario de estas misivas, existe ya el libro de mi padre, pero para completar su estudio me pareció necesario añadir en anexo sus dos conferencias, inéditas aún, pronunciadas en el Municipio de Ambato, en ocasión del sesquicentenario del nacimiento de Juan Montalvo (1832-1982). Ver anexo 3.

7 Claude Lara: «Acerca de Jean Contoux M., hijo de Juan Montalvo». Revista AFESE, N° 25. 1995.

8 Galo René Pérez, Biblioteca de la Revista Cultura VI, Banco Central del Ecuador. Quito-Ecuador, 1992.

9 Ibidem, pág. 478.

10 Ibidem, pág. 480.

11 Carta de mi padre al doctor Galo René Pérez, de 25 de noviembre de 1991.

12 Idem nota 8, pág. 472.

13 Ibidem, págs. 472 y 473.

14 Idem nota 2, pág. 44.

15 Subrayado de Jean Contoux M.

16 Correo Diplomático, Año III, número 8, enero-marzo 1987, pág. 101.

17 Jean Guitton: Le Travail intellectuel, Aubier, éditions Montaigne, 1951, Paris, pages. 42-44. Traducción del autor.

18 Idem nota 9.

19 Ver carta N° 8.

20 Ver anexo 3; pág. 290.

21 A. Darío Lara: «Entrevista con la señora Yolande Simard y su hijo Jean-Jacques Curtet Simard». Memoria N° 3 Y 4. Sociedad Ecuatoriana de Investigaciones Históricas y Geográficas (SEIGHE) Quito, 1996.

22 Ver carta N° 1.

23 Idem nota 9.

24 El Espectador, Biblioteca Letras de Tungurahua. 1. Municipio de Ambato; pág. 305.

25 Idem nota 20, págs. 287 a 288.

26 Idem nota 8, pág. 479.

27 Al respecto, Jean Contoux M. en una conversación con mi padre precisó: «Fue también cuando me señaló el departamento en que vivió Jean Richepin, gran escritor, periodista, colaborador del Figaro; según me dijo, gracias a la amistad del ecuatoriano con aquel francés logró colaborar en el diario parisiense». Idem nota 2, pág. 98 y para más precisiones, ver las págs. 97-100.

28 Reproduzco en el anexo 4, inéditos de Juan Montalvo encontrados por mi padre.

29 Idem nota 2, pág. 21.

30 Ibidem, pág. 83.

31 Anexo 3, primera conferencia; pág 288.

INDICE

Presentación: p.I

Introducción: p. 3

Epistolario: p. 17

Anexos: p. 227

Anexo 1 – A propósito de un busto y de un parentesco: p. 229

Anexo 2 – Artículos sobre el hijo de Juan Montalvo y su descendencia en Francia: p. 238. (Un hijo de Juan Montalvo vive actualmente en Francia; Hace setenta y cinco años murió Juan Montalvo; Mi primera conversación con el hijo de Juan Montalvo; Revisando los archivos del hijo de Juan Montalvo y Revelaciones en el archivo del hijo de Juan Montalvo).

Anexo 3 – Primera Conferencia (Martes, 6 de abril de 1982): p. 268

Segunda Conferencia (Miércoles, 14 de abril de 1982): p. 300

Anexo 4 – Diez artículos atribuidos a Juan Montalvo: p. 315

La unión de las Repúblicas de Centro-América: p. 315

El general don Rufino Barrios: p. 320

El Ministro de España en Guatemala: p. 325

Guerra de Centro-América. La República del Salvador: p. 326

La Unión Centro-americana: p. 331

Don Benjamín Vicuña-Mackenna: p. 335

La quincena política. Francia: p. 339

El terremoto de la lengua castellana: p. 342

Crónica quincenal parisiense: p. 348

Hombres notables de América. Don Lorenzo Montúfar: p. 352

Cómo se escribe en América: p. 354

Don Gregorio de Icaza (A. L. Yerovi): p. 355

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INFORMACION ACERCA DE ESTA OBRA

Texto integral de la obra

«Tras la huella de Montalvo» (por Renán flores Jaramillo)

«A propósito de un busto y de un parentesco» (por A. Darío Lara)

«Juan Montalvo en la universidad francesa» (por A. Darío Lara)

«Un hijo de Juan Montalvo vive actualmente en Francia» (A. Darío Lara)

«Hace setenta y cinco años murió Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)

«Auguste-Catherine Contoux, compañera de Montalvo en París, nombre para las letras ecuatorianas» (por A. Darío Lara)

«Mi primera conversación con el hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)

«Revisando los archivos del hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)

«Revelaciones en el Archivo del Hijo de Juan Montalvo» (por A. Darío Lara)

Juan Montalvo en Francia Actas del Coloquio de Besançon(15-17 de marzo de 1975) y, particularmente, «Juan Montalvo en París» por A. Darío Lara, pp. 190-206

«Juan Montalvo de regreso a París» (por A. Darío Lara)

«Homenaje a Juan Montalvo y textos desconocidos» (por Claude Lara)

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