Vigía de la Torre Eiffel

Por el Dr. A. Darío Lara

“Es natural que algunos ecuatorianos se hallen sorprendidos al conocer que Juan Montalvo ha dejado en Francia un hijo que vive aún y del que no han oído hablar nunca”. Con estas palabras de Jean Montalvo terminaba mi crónica anterior y me referí a varios documentos autógrafos que tuvo a bien confirmar en su viaje a París, del que di cuenta en dicho artículo.

Como ofrecí entonces, deseo hoy presentar rápidamente algunos de tales documentos que vienen a confirmar la filiación de Jean Contoux Montalvo. Desde luego, no es mi intención, (ni lo permiten los límites estrechos de una crónica), ofrecer aquí todo el proceso que me llevó a descubrir primeramente, a convencerme luego, de dicha filiación. Brevemente, en mi artículo del 20 de octubre de 1963, di una idea de tal aventura. Todo ello será estudiado ampliamente en un trabajo posterior que, vendrá a completar la bibliografía relativa a la vida de Juan Montalvo en Francia, la misma que como he dicho varias veces, es aún bastante desconocida.

Hoy deseo referirme a algunos documentos que Jean me entregó en París y cuya lectura viene a esclarecer varios puntos. La autenticidad de los mismos es irrefutable. Y la primera verdad que de su lectura se desprende es que Jean Contoux Montalvo es hijo de Juan Montalvo y de Augustine Contoux.

Se trata, en primer lugar, de una carta de Juan Montalvo a su hermano Francisco. Estamos en el 22 de Agosto de 1888, menos de cinco meses antes de la muerte de Juan Montalvo. Su estado es de suma gravedad; desde el lecho del dolor, dicta una carta para su hermano “Pancho”. Augustine Contoux, que le sirve de secretaria, ha guardado de su puño y letra una copia de dicha carta. El estilo es el inconfundible del gran escritor. En ella leemos detalles acerca de su enfermedad, su duración y características: “Mi querido Pancho: Recibí la carta que me has escrito, sabedor de mi enfermedad. La esperaba, y la he leído con enternecimiento. Mi salud no ha sido mala durante siete años en París: sino al contrario buena y cabal. Pero el último invierno fue tan excepcional y terrible, que he pagado todo junto… Después de seis meses de grandes padecimientos todavía estoy en manos de médico”. Y viene luego aquella célebre frase que todos conocemos: “Durante este largo período de dolor, ni Dios, ni los hombres me han faltado”1.

En tan dolorosos días, Juan Montalvo no olvida a su patria, a su ciudad natal: “Si puedo escapar de este invierno, sigue la carta, me embarcaré para América a principio de agosto del año entrante. Lo que es ahora no puedo ni salir de mi cuarto; menos hacer un viaje cualquiera. Vivos son mis deseos de volver a la patria y sueño con el clima de Ambato, en donde me parece se acabarán mis males físicos. Pero dudo que pueda verificar el viaje por falta de recursos…”.

Dos datos esenciales nos da, además, dicha carta. Leamos: “Tan débil estoy, que apenas puedo dictar estas cuatro líneas. Tres meses de calentura y anonamiento habrían sobrado para acabar conmigo sin la asistencia de este ángel de mi guarda. Después (de) seis años, que vivo en familia, me ha salvado tres veces la vida por su amor por mí y me ha (dado) a Juanito de dos anos…”. Es decir, sencillamente, esto prueba que Juan Montalvo conoció a Augustine Contoux hacia 1882, según daba yo como hipótesis, en mi crónica del 12 de Abril anterior. Sabemos, por otra parte, que Jean nació el 17 de Octubre de 1886.

Que la “escribiente” ocasional sea Augustine Contoux, es decir, una persona de lengua francesa, se nota fácilmente hasta por los errores con que escribe al dictado, un idioma que no lo conoce bien. Así, leamos, por ejemplo, “les” por ‘los”; “vigilencia” por “vigilancia”: “me a salvado”, por “me ha salvado”; por la omisión de numerosos acentos ortográficos, etc.

En dicha carta, Juan Montalvo ha ponderado a su hermano: “asistencia de este ángel de mi guarda”; antes ha manifestado; “por dicha admirable mujer… Me ha salvado la vida con sus desvelos y su vigilancia”. Augustine Contoux, al final de la carta, tercera página, por su cuenta ha añadido un párrafo para “Monsieur Montalvo”. Traduzco estas líneas escritas en francés…”. “Lo que yo hago por él es natural, porque mi pobre amigo le dice, él es el padre de mi hijo Jean y le amo; por consiguiente, no tengo ningún mérito de hacerlo…”.

Después de estas palabras extraordinarias, Augustine pasa a dar detalles más elementales de la salud de Montalvo: “El está tan enfermo que a pesar de todos los cuidados de que está rodeado, temo mucho no poder curarle… Los médicos que le atienden no me dan ninguna esperanza y temen mucho una pleuresía purulenta”. Efectivamente de tal pleuresía murió el Cosmopolita.

Vienen, luego, dos cartas del doctor Francisco Montalvo a la señora de Augustine Contoux. La primera es del 20 febrero de 1890 y es contestación a una anterior de la señora. Se refiere dicha carta a las gestiones que el Dr. Agustín Yerovi realiza para la publicación de las obras de Juan Montalvo y para acudir en ayuda del niño Jean, a quien por otra parte, se piensa llevarlo al Ecuador, para que se eduque con los familiares paternos.

El párrafo que sigue me parece fundamental: “… El Dr. Yerovi me había comunicado ya que mi hermano había dejado en París un niño a quien era necesario proteger y aún me indicó el medio de hacerlo”. Más adelante se refiere a las gestiones que realizan: “El Dr. Yerovi y un sobrino mío a quienes Juan había dejado sus obras para que ellos se entiendan en la publicación, sin dejarme a mí ninguna participación en el asunto. Como Juan dejó aquí una hija legitima, el Dr. Yerovi conociendo que ella era la única heredera de su amigo, se ha dirigido a ella para que autorice la publicación de las obras, y se den pasos para realizar la empresa”. Anuncia, luego, el Dr. Montalvo: “Es probable que mi hijo César vaya a París autorizado por su prima y por Adriano, su primo también, tanto para la publicación, como para socorrer a Ud. según el éxito”. (de tales gestiones).

A la carta de la señora Contoux, manifiesta el doctor Montalvo que si su “situación no fuera desgraciada como es, habría protegido de cualquier modo a ese niño, así como lo hice con mi querido hermano, cuando me fue posible…”.

La segunda carta del Doctor Montalvo está fechada, con la anterior, en Quito, y es del 21 de Febrero de 1891. El primer párrafo dice: “Mi señora: he recibido la carta de Ud. fecha 4 de Enero, con el retrato que ha tenido la amabilidad de mandarme de mi sobrino, el niño Juan… Mucho gusto he tenido el ver la imagen de ese niño y al conocerlo siquiera en retrato que lo conservaré al lado del de su padre”.

La señora Contoux le ha escrito anteriormente dos cartas y por el mismo motivo: solicita una ayuda para la educación de Jean. Las razones del Doctor Montalvo para no satisfacer tal demanda son las mismas. Eso sí, asegurándole “… no ha habido desentendimiento, señora mía, lo que hay es impotencia que no alcanza a vencer la voluntad…” La carta es, luego, pesimista, pues anuncia que se han, perdido las esperanzas de que César viaje a Europa y, además: “La hija legítima que Juan dejó aquí ha reclamado sus derechos en los escritos de su padre y nos impiden todo proyecto acerca de su publicación. Nada me es posible hacer por ese niño, le repito a Ud”.

Sabemos que más tarde, César vino a París con una comisión del Doctor Yerovi. El trágico fin que tuvo en un hotel de la calle del Faubourg-Monmartre y el fracaso de su misión, dieron fin también a las esperanzas de la señora Contoux de recibir alguna ayuda para la educación de su hijo y fue la causa principal por la que puso término a sus relaciones con el Ecuador. Como escribirá Jean, cincuenta años más tarde: “fue a partir de dicho percance cuando mi madre no quiso más ni oír ni hablar del pasado y se abstuvo de solicitar ninguna cosa a nadie, ni siquiera para permitirme proseguir mis estudios”.

Dejo para mi próxima crónica el comentario de otras cartas dirigidas a la señora de Contoux por los doctores Agustín Yerovi, Víctor Manuel Rendón, el Señor Seminario, e igualmente, de la carta de un Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, en que se pone de manifiesto la forma increíble cómo los “liberales de 1900” trataron a la señora Contoux y al hijo de Juan Montalvo. Así como nada hizo tampoco un Presidente de la República a quien Jean escribió mucho más tarde.

 

París, mayo de 1964.

(Tomado de “El Comercio” – año LIX n°21 825

Quito – Ecuador, Domingo 5 de Julio de 1964).

 

1 El sacerdote imbabureño Hugo Montalvo, quién defendió en la Universidad de París una tesis doctoral con su estudio Le visage du Catholicisme dans le roman indigène de l’Équateur, (diciembre de 1975), se interesó también en algunos aspectos del ilustre Ambateño; en el “Coloquio sobre Juan Montalvo” (Besanzón 15-17 de marzo de 1975), Hugo Montalvo en valiosa Comunicación se refirió a “Algunas consideraciones sobre las relaciones de Juan Montalvo y la Iglesia ecuatoriana de su época”.

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