Vigía de la Torre Eiffel

Por el Dr. A. Darío Lara

Desde Guayaquil, el 26 de Noviembre de 1889, (diez meses después de la muerte de Juan Montalvo) Agustín Yerovi envía una carta a la señora Augustine Contoux, (tal vez por distracción escribe Contous), y le informa de las gestiones que realiza ante la familia Montalvo, y en especial el doctor Francisco: “interesándole en la suerte del niño, y he podido obtener contestación muy favorable al extremo (sic) de manifestarme que hará cualquier sacrificio para traerlo y educarlo junto con sus hijos”. ¨Pero recuerda también: “… que el único inconveniente que habrá para la realización de estos propósitos, es la situación pecuniaria nada desahogada de toda la familia Montalvo”. Advierte luego que “El medio seguro para que usted cuente con algunos auxilios, (sic) es para mí, el resultado que deje la publicación de las obras que dejó don Juan. Con este objeto se están dando algunos pasos hoy mismo se recogen suscripciones (sic) en toda la república…”.

Confirmado lo que escribiera el hermano de Juan Montalvo Yerovi afirma que: “… la intención del doctor Francisco es de mandar a su hijo César Montalvo, para que entienda en la corrección de pruebas” y añade luego: “Sería el mismo César, quien se encargaría de traer al niño…”.

En esta carta del Doctor Yerovi leemos este dato muy precioso para la biografía de Augustine Contoux: “Siento que se haya visto obligado a dejar su departamento, en el cual ha vivido tanto tiempo. Esto no obstante, puede remediarse; más lo esencial es que recupere Ud. su salud. Del buen estado de ella, depende hasta el sostenimiento de su niño. Yo le ofrezco que cada vez que necesite vestidos para mis hijas encargaré a Ud., para ayudar a su trabajo. Los que Ud. hizo han quedado muy bien”. Lo cual nos confirma en las actividades a que se dedicaba la señora Contoux, según referí ya en mi artículo del 12 de Abril último.

Me he referido alguna vez a la ayuda que, en todo momento, dieron a la familia de Juan Montalvo los hermanos Miguel y Ezequiel Seminario. El 6 de Agosto de 1900, uno de los señores Seminario (a falta, por lo menos de una inicial no podría determinar cuál de los dos) escribe, en París a la Señora Contoux y le pide tener listo al Jean: “… quien me ha dicho que Ud. consentía en dejarle pasar dos meses de vacaciones en Joinville-le-Pont”.

Nos hallamos a fines del siglo pasado. La capital francesa vive los días febriles de preparación para la Exposición Mundial. Cosa que nos admira hoy, el Ecuador tomó en ella parte muy brillante. He encontrado periódicos de la época, fotografías del espléndido pabellón del Ecuador y elogiosos comentarios de la representación ecuatoriana. Cuando consideramos la ausencia a posteriores manifestaciones de tal naturaleza, no hay sino que rendir homenaje al empuje y patriotismo de quienes organizaron aquel memorable certamen. “Comisario General de la República”, para dicha Exposición, fue designado nuestro Ministro de París, el notable compatriota doctor Víctor Manuel Rendón. Basta leer, en los Archivos de la Embajada del Ecuador en París, la abundantísima correspondencia que mantuvo con esta ocasión y otros documentos de la época; para darse cuenta del trabajo abrumador, del patriotismo de la inteligente y atinada actuación del doctor Rendón y de sus colaboradores.

Para adornar el Pabellón Ecuatoriano se resolvió colocar los bustos de Olmedo, Montalvo y Alfaro. El 6 de Noviembre de 18991, el doctor Rendón escribe a la señora Contoux, 75 Avenue Ledru Rollin (ha abandonado, come sabemos, la calle Cardinet) “… para acusarle recibo de su carta de ayer en que me envía, según mi pedido, los retratos que Usted posee de Juan Montalvo”. Añade a continuación: “No he guardado sino un retrato y le devuelvo el otro con su hijo”.

Al final de dicha carta, Rendón recuerda a la señora Contoux; “El señor Carbo2 se ha dirigido al Gobierno del Ecuador a propósito de su hijo Jean y, por mi parte he escrito al señor Yerovi rogándole de intervenir oficiosamente en su favor…

Estas categóricas afirmaciones, además de otras similares que podría citarse, son una comprobación palmaria del enorme interés que a la señora Augustine Contoux y a su hijo Jean demostraron aquellos notables ecuatorianos: Agustín Yerovi, Victos Manuel Rendón, Carlos Winter, Miguel Ángel Carbo, los hermanos Seminario, como me lo recordaba, además, el mismo Jean en su carta del 27 de Enero pasado. Cuando su viaje a París, recordaba aún con gratitud dichos nombres, bondadosos amigos que en mucho aminoraron los sufrimientos de su Madre y le ayudaron para su educación. De los hermanos Seminario: “… me recibían regularmente y me entregaban para mi madre pequeñas sumas de dinero, a fin de participar en los gastos de mis estudios y de mi mantenimiento. Igualmente, lo hacía el señor Agustín Yerovi, en cada uno de sus viajes a Francia”, escribe Jean en sus papeles autobiográficos.

Lo que aflige e indigna es que las gestiones que algunos de ellos realizaron, luego del triunfo liberal del “95” no fueron atendidas por el Gobierno del país. Más aún. La señora Contoux (seguramente por sugerencias de sus amigos ecuatorianos de París: Rendón Yerovi, Carbo…) escribió directamente al Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador. En sus conversaciones de Abril, Jean me ha dado detalles muy interesantes acerca de dicho Ministro. Por razones que hoy calificaríamos de “obscurantistas” o “retrógradas” (razones que no pueden sino hacernos sonreír o sonrojar), el doctor José Peralta, Ministro de Relaciones Exteriores, en su contestación del 21 de Enero de 1901, original que está en mis manos, negó toda ayuda a dos personas tan ligadas a Juan Montalvo.

Leemos estas líneas de uno de los “filósofos y maestros de la revolución de 1895” y admiremos la lógica de sus convicciones: “Véame en caso de manifestar a Usted que mi Gobierno deplora, muy de veras, no poder proteger, como lo desea, a su hijo de Usted, puesto caso que éste no lleva siquiera el apellido del padre…”. Después de tanta falsía: (… mi Gobierno deplora, muy de veras, no poder proteger, como la desea, a su hijo de Usted…”), la última frase protocolaria en la carta del Señor Ministro: “Quedo de Usted, Señora, muy atento y obsecuente servidor…”, debió haber amargado profundamente a la abandonada y angustiada mujer que, como anotará mucho más tarde su hijo Jean, decidió entonces romper para siempre con nuestro país, con sus representantes oficiales, a quienes ella había considerado como amigos de Juan Montalvo.

La publicación de dicha carta sensacional mostrará hasta qué punto los Liberales Gobiernistas de 1900 se comportaron de una manera increíble con personas tan íntimamente ligadas a Juan Montalvo. Como, desgraciadamente, tampoco se interesó por su hijo un Presidente de la República a quien Jean escribió más tarde, solicitando su ayuda, según copia que de su carta tengo en mis manos, así como el original de la contestación del mandatario ecuatoriano. Jean para comprobar su filiación, acompañaba a su carta todos los documentos, autógrafos que hoy tengo en mi poder y que seguramente, no despertaron el menor interés de algún distraído funcionario del Palacio Presidencial.

Para terminar esta crónica me referiré, finalmente, a varias fotografías que Jean me ha entregado. Entre ellas, la foto de Juan Montalvo que sirvió de modelo para el busto más arriba mencionado. De las otras, dos se destacan particularmente: la de la Primera Comunión de Jean y un vestido de militar, en 1914. Varios ecuatorianos a quienes las he mostrado han quedado profundamente admirados de la enorme semejanza de ese niño de 14 años, de ese jovencito de 28 que, sin lugar a duda, nos recuerda al Cervantes Americano, y hoy, anciano de 78 años, espera visitar la tumba de su padre en la ciudad de Ambato.

París, a 14 de julio de 1964.

 

(Tomado de “El Comercio” – Año LIX n°21 873

Quito – Ecuador, Sábado 22 de agosto de 1964).

1 Cuatro meses después, el 8 de Marzo de 1900, según se lee en los Archivos de la Embajada del Ecuador en París, en el doctor Rendón escribe a nuestro Cónsul General de Hamburgo, señor Pedro T. Concha estas líneas: “… Necesito con la urgencia una buena fotografía del Señor General Alfaro, Presidente de la República del Ecuador, para un busto que debe figurar en la Exposición a mi cargo y como aquí no hay nadie que pueda procurármela, tengo la honra de dirigirme a Usted para rogarle que se digne facilitarme una si posee, de preferencia en vestido militar. Puede Usted estar convencido que no se dañará y que se le devolveré certificada en cuanto ya no la necesite el artista…”.

En ese mismo mes, exactamente el 2 de Marzo, el doctor Rendón escribe al ministro de Relaciones Exteriores doctor José Peralta: “Los bustos de Olmedo y Montalvo ejecutados por el señor Michelet han quedado esplendidos. Inmediatamente le confié la obra del busto del señor Presidente de la República que debe figurar en el centro de la pared del Pabellón, come acostumbran todas las Naciones para con los Jefes de Estados…”

 

2 Miguel Ángel Carbo, Cónsul General del Ecuador en París.

 

 

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