Claude & Catherine Lara
Presentación:
Como lo hemos escrito ya en otra ocasión (1), «El libro de Víctor Manuel Rendón, Olmedo, homme d’État et poète américain, chantre de Bolívar, publicado en París en 1904 (2) es, según el notable erudito ecuatoriano, el jesuita Aurelio Espinosa Pólit, el mayor esfuerzo literario realizado por un diplomático ecuatoriano en el extranjero” (3). Debemos añadir a esta afirmación la novela Lorenzo Cilda, escrita en francés, publicada por el “Journal des Débats” (1906), y que recibió en 1933 el premio del idioma francés “médaille de vermeil”, otorgado por la Academia de la Lengua Francesa (4). Traducido al español por el mismo autor en 1917 (ver su prefacio reproducido más abajo y el artículo de M. Eymar), ingresó a la Academia de la Lengua Española, en 1921.
El prefacio a la versión francesa de la novela que transcribimos más adelante, fue escrito por Édouard Clavery, diplomático francés quien estuvo en el Ecuador de 1921 a 1925, y fue otro notable representante de la amistad franco ecuatoriana. Es el autor de un gran ensayo sobre Eugenio Espejo, escrito en francés «Espejo, précurseur de l’indépendance, Agent et propagateur dans son pays de l’influence intellectuelle et politique française (1747-1795)».
Posteriormente, publicaremos otros textos de Víctor Manuel Rendón, escritor bilingüe, quien, a pesar de ser tan poco conocido tanto en el Ecuador como en Francia, es uno de los mayores representantes de las relaciones franco ecuatorianas del inicio del siglo XX en los campos de la literatura, la diplomacia y la medicina.
(1) Pusimos en línea, en francés, “la victoire de Junín, hymne à Bolívar” y su traducción de las cartas del Libertador a José Joaquín Olmedo, así como las respuestas del poeta ecuatoriano y “la bataille de Miñarica et les lettres de José Joaquín Olmedo au Général Juan José Flores”.
(2) Víctor Manuel Rendón: Olmedo; homme d’État et poète américain, chantre de Bolívar. Librairie Nilson. Per Lamm, Successeur; 7. Rue de Lille, 7 Paris, 1904.
(3) Diccionario biográfico Ecuador, Rodolfo Pérez Pimentel
(4) A la Mémoire du Général Clavery cuatro sonetos por el Dr. Víctor Manuel Rendón de la Facultad de la Medicina de París, antiguo Comisario General del Ecuador en la Exposición Universal de París, 1900, Ministro Plenipotenciario de su país en Francia 1903-1914. Le Vésinet. Imprimerie Ch. Brande, 1938; p. 12
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Présentation:
Claude et Catherine Lara
Tel que nous l’avions écrit précédemment (1), «le livre de Víctor Manuel Rendón Olmedo, homme d’État et poète américain, chantre de Bolívar, publié à Paris en 1904 (2), est, -selon le grand érudit équatorien, le jésuite Aurelio Espinosa Pólit-, le plus grand effort littéraire jamais réalisé par un diplomate équatorien à l’étranger» (3). Il faut ajouter à cette affirmation le roman Lorenzo Cilda, écrit en français, publié par le Journal des Débats (1906), et qui a reçu un Prix de l’Académie Française, le Prix de la langue française médaille de vermeil, en 1933 (4). Traduit en espagnol par l’auteur lui-même en 1917 (voir sa préface ci-dessous et l’article de M. Eymar), il est en outre entré à l’Académie de la langue espagnole (Real Academia de la Lengua), en 1921.
La préface de la version française du roman -que nous reproduisons également plus avant-, a été écrite par Édouard Clavery, diplomate français qui a séjourné en Équateur de 1921 à 1925. Autre grand représentant de l’amitié franco-équatorienne, il est l’auteur d’un essai remarquable sur Eugenio Espejo: «Espejo, précurseur de l’indépendance, Agent et propagateur dans son pays de l’influence intellectuelle et politique française (1747-1795)».
Nous publierons par la suite d’autres textes de Víctor Manuel Rendón, écrivain bilingue, qui -malgré le fait d’être trop méconnu encore aussi bien en France qu’en Équateur-, est l’un des plus grands représentants des relations franco-équatorienne du début du XX° siècle, dans les domaines de la littérature, la diplomatie et la médecine.
(1) Nous avons mis en ligne et dans leur intégralité “la victoire de Junín, hymne à Bolívar” et les lettres du Libérateur à José Joaquín Olmedo ainsi que les réponses du poète équatorien et “la bataille de Miñarica et les lettres de José Joaquín Olmedo au Général Juan José Flores”.
(2) Víctor Manuel Rendón: Olmedo; homme d’État et poète américain, chantre de Bolívar. Librairie Nilson. Per Lamm, Successeur; 7. Rue de Lille, 7 Paris, 1904.
(3) Diccionario biográfico Ecuador, Rodolfo Pérez Pimentel
(4) A la Mémoire du Général Clavery quatre sonnets par le Dr. Victor Manuel Rendón de la Faculté de Médecine de Paris, ancien Commissaire Général de l’Équateur à l’Exposition Universelle de Paris 1900, Ministre Plénipotentiaire de son pays en France 1903-1914. Le Vésinet. Imprimerie Ch. Brande, 1938; p. 12
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Al lector (prefacio de la versión española de Lorenzo Cilda, por Víctor M. Rendón)
La Editorial «Le Livre Libre» presenta al lector la novela ecuatoriana LORENZO CILDA, que la revista Hojas Selectas, de Barcelona publicó en 1917. Es la versión al castellano que hice del texto original, escrito en francés durante mi permanencia estival en el pintoresco pueblo del cantón suizo de Vaud, Ballaigues, vecino a la frontera francesa.
El decaimiento de mis fuerzas físicas, ocasionado por el surmenage o sea el exceso de trabajo en el fervoroso desempeño patriótico de mis funciones de Comisario General del Ecuador durante la Exposición Universal de 1900, me obligó, por prescripción médica, a buscar descanso y tranquilidad en aquella alta población alpestre (1). Mi inacción, sin embargo, me pesaba allí, y, llevando siempre la mirada a la querida patria, que había obtenido espléndido triunfo en el grandioso certamen internacional, me dediqué, mientras mi quebrantada salud se reponía, a exaltar, una vez más, en tierra extranjera, con dulces reminiscencias, mi inolvidable cuna guayaquileña. Escribí así la novela LORENZO CILDA que, en idioma francés, pemanece inédita. Mi inmerecido nombramiento de correspondiente a la Academia Española me impulsó a preferir el idioma de la madre patria y mío propio en mis producciones literarias, que antes habían sido únicamente francesas, como mi instrucción secundaria lo fue.
LORENZO CILDA es, pues, una novela -si no patriótica- en la cual revelo ese mi afán -que ha sido comentado- de servir siempre con amore a la patria en mis obras literarias como en la carrera diplomática, divulgando sus encantos y sus glorias. En este libro resalta también el vivo anhelo de hacer patente mi profunda gratitud a Francia, gran nación hospitalaria y gloriosa, en cuyas abundantes deliciosas fuentes del saber humano bebí desde la adolescencia, ansiando saciar provechosamente mi sed de cultura intelectual.
Desgraciadamente los campos en que florecían las famosas huertas cargadas de áureos frutos se han desmejorado, asolados por plagas de parásitos vegetales y de insectos, sin que se pierda la esperanza de que la naturaleza les devuelva su primitivo encanto. Son, aún así, desmejorados, tan atrayentes que, con su lujuriante vegetación tropical, sorprenden al extranjero que visita las haciendas de las ubérrimas orillas del río Grande, del río Daule y de los afluentes de ambos. Quien, después de leer mi novela, fuera a contemplar los sitios campestres descritos en ella los hallaría hoy, en su aspecto general, casi idénticos a lo que eran hace un cuarto de siglo, sobre todo en aquellas lozanas tierras que rodean a la risueña Balzar donde he situado y realmente existe, fértil y bellísima, la extensa hacienda a la cual he dado el nombre de una de sus arboledas, «Almacigal»; mas, para reconocer a Guayaquil en la descripción que de mi ciudad natal he trazado, necesario le fuera acudir a crónicas y fotograbados de la época en que se realizó la transformación política del país que, derrocando al partido progresista, entroncando con el conservador, encumbró al partido liberal-radical. He creído así indispensable indicar en breves notas al pie de algunas hojas de este libro los más notables cambios acaecidos en el desarrollo último de la alegre cuanto laboriosa hija del Ecuador.
NOTAS:
(1) El surmenage, cuyos efectos describí, sin sospechar que habría de experimentarlos en el servicio de la patria, fue, curiosa coincidencia, el tema de mi tesis de doctorado premiada por la Faculta de Medicina de París.
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Préface
À vrai dire, point n’est besoin d’introduction quelconque pour le charmant et délicat récit que le lecteur curieux d’horizons nouveaux, de visions exotiques, ardentes, va trouver plus loin. Dès les premières pages, l’attention est saisie, entraînée par l’évocation du merveilleux pays qui, là-bas, sous l’Équateur, fait briller les neiges éternelles, les cimes étincelantes des volcans de la Sierra au-dessus de la luxuriante végétation tropicale de la Costa.
Or, l’aventure sentimentale retracée dans ce livre avec tant de couleur locale par M. Rendón, se passe précisément au pied de cette double Cordillère qui, par une condition unique à la surface du globe, a servi deux fois de base et de repères à la plus vaste et méthodique opération jamais entreprise par l’homme afin de connaître la force et de mesurer le volume de la planète par lui habitée.
Les multiples et hautes fonctions dont M. Rendón s’est acquitté à son honneur et pour le bien de son pays ne l’ont pas empêché de devenir un écrivain constamment inspiré par les causes les plus noblement humaines.
Entrer dans une analyse, même sommaire, de ses œuvres littéraires et dramatiques, historiques et politiques, serait une tâche agréable mais qui dépasserait les limites que nous avons dû nous fixer dans cette esquisse de la personnalité du diplomate équatorien, écrivain bilingue qui pourrait, à juste titre, appartenir à la Société « Bifrons » comptant à Paris tant de sectateurs d’Esculape en même temps disciples d’Apollon.
La musique, par une transition toute naturelle, nous ramène au roman. Dans la fiction en général, et surtout en cet ouvrage, comme dans la réalité, la mélodie, l’art des sons, les accords langoureux, les chants berceurs s’insinuent tels que philtres puissants et doux prédisposant l’âme à cet état de rêverie vague mais si favorable au mystère enchanté dont vit le sentiment de l’amour terrestre, dans ce qu’il garde de plus pur et de plus noble. C’est bien ce qui advient dès les premières scènes du roman. On y voit un jeune docteur équatorien de Paris, Lorenzo Cilda, s’éprendre tout d’abord, presque sans qu’il s’en doute lui-même, de Délia, sa gracieuse et charmante compatriote aux brillants yeux noirs, fille adoptive de l’administrateur de ses propriétés rurales, récemment sortie du couvent des Dames du Sacré-Cœur, à Guayaquil, cette ville dont le nom est comme un gazouillis d’oiseau, a dit François Coppée. Après un déjeuner chez les parents de Délia, il la conduit au piano :
Quelque temps après, les deux amoureux, qui ne s’avouaient pas encore à eux-mêmes leurs sentiments, se retrouvaient à la campagne dans la maison de l’administrateur d’Almacigal, le domaine de Lorenzo;
En somme, non sans surprise, ne retrouvons-nous pas là, sous les Tropiques, en quelque sorte comme un leitmotiv, un thème semblable à celui de la célèbre « Sonate à Kreutzer ».
Nous n’irons pas plus loin dans l’étude du grave et délicat problème psychologique que présente ce roman où, sous les figures féminines de Délia, la jeune fille équatorienne passionnée et adorée, et d’Hélène, la touchante fiancée française laissée à Paris, s’incarne le drame même de l’esprit de Lorenzo, de son âme balancée, suivant un rythme qui s’accélère forcément, entre son pays d’origine, qu’il ne cesse de chérir, et sa patrie d’adoption qu’il aime de toute la force de sa reconnaissance envers elle. C’est une situation vraiment exceptionnelle entre toutes.
Quel accueil va-t-il réserver à cette œuvre d’imagination où se déroulent pourtant des événements historiques dans un cadre réel et où une vision du littoral équatorien, à la tombée du jour, évoque pour l’auteur qui, pèlerin passionné des beautés de la nature et de l’art, a beaucoup voyagé dans plusieurs nations d’Europe et d’Amérique, les couchers de soleil, admirés du plus haut de la terrasse de Seelisberg ? Dans la contemplation du gracieux visage d’une des héroïnes du roman, il nous rappellera ceux des belles patriciennes de Venise dont les portraits, peints par le Titien, sont conservés aux Offices de Florence. Parfois aussi, M. Rendón réserve au lecteur la surprise de rapprochements entre les paysages des Tropiques et les souvenirs d’Écosse, des Pyrénées et de la forêt de Fontainebleau.
Nous sommes convaincus que celui qui commencera à lire ce livre ira vite, de plus en plus intéressé, au bout du récit simple, naturel et alerte qui, peu avant la fin, contient une terrifiante description du formidable incendie ayant dévoré, en octobre de 1896, les trois quarts de Guayaquil, alors presque entièrement construite en bois. Le lecteur trouvera, mérite rare, une transcription fidèle et sincère des magnifiques paysages qui s’étendent sous l’Équateur, du pied des Andes à l’océan Pacifique. Il verra aussi des âmes droites et franches, et il saura les mœurs saines de ceux qui, près des splendeurs de la forêt tropicale, parmi les merveilleuses fleurs exotiques, vivent dans l’enchantement de ces terres lumineuses, trop peu connues de nous encore.