Por Catherine Lara*

El complejo arqueológico de Pikillacta se encuentra localizado al norte de la cuenca del río Lucre (sur del valle de Cuzco), en las faldas del cerro Huchuy (a 3250 metros de altura). Pikillacta se diferencia de los demás sitios arqueológicos del Valle Sagrado del Cuzco por su pertenencia a la cultura wari. Consiguientemente, antes de presentar el sitio de Pikillacta como tal, se evocará brevemente los principales rasgos característicos de esta cultura.

El imperio wari, primero en los Andes en ser considerado como tal, floreció entre los años 560 y 1000 d.n.e (periodo conocido como “Horizonte Medio”). El cronista Cieza de León menciona su existencia en 1534, pero ésta cae en el olvido antes de volver a ser descubierta en 1931 por el arqueólogo peruano Tello, por lo cual las investigaciones arqueológicas en la zona son bastante recientes (años 50).

La actual zona arqueológica wari se ubica principalmente en la provincia de Huanta, departamento de Ayacucho, pero investigaciones arqueológicas sacaron a relucir que su influencia se extendió desde la zona mochica al norte, hasta el territorio nasca al sur, esto es, tanto en la sierra como en la costa del actual territorio de Perú.

Cronológicamente hablando, se considera que wari tuvo cuatro etapas de evolución: la primera época se caracteriza por el surgimiento de la ciudad de Ayacucho (a 25 kilómetros de la actual ciudad epónima) como centro político y ceremonial, bajo la influencia de la región Tiahuanaco. En su segunda etapa, wari conoce un movimiento expansionista. Es la época de construcción de Pikillacta. Posteriormente, el imperio entra en un periodo de crisis, que marca una pausa en este movimiento expansionista, así como desplazamientos poblacionales, a los cuales Pikillacta escapa, al parecer. Finalmente, en sus últimos años, wari conoce su extensión territorial máxima. Sin embargo, su capital no tarda en colapsar, como se verá a continuación.

La naturaleza y la impactante escala del movimiento expansionista wari han sido el motivo de grandes debates. Asimismo, la cultura wari es considerada como la primera en los Andes Centrales precolombinos en haber implementado el patrón de desarrollo de centros urbanos a partir de centros ceremoniales. Su dinámica expansionista se inscribiría luego en el contexto de pugnas por el poder político entre distintas ciudades. Sin embargo, los centros urbanos principales de este imperio (Ayacucho, Cajamarquilla, Pikillacta), habrían logrado imponer su poder sobre un extenso territorio, gracias a su impresionante organización administrativa y a una serie de innovaciones tecnológicas.

Se observa asimismo que wari introduce en estas zonas el concepto de ciudad fortificada, una novedad.

Muro externo de Pikillacta (foto: C. Lara)

Sus centros urbanos geométricos, verdaderos núcleos centralizados de poder administrativo y económico, consisten principalmente en recintos rectangulares con patios internos y plazas. Por otra parte, esta estructuración urbana reveló la existencia de barrios ocupados por la elite, y también de sectores probablemente habitados por mano de obra servil. De hecho, la expansión wari significó un cambio radical en los patrones de asentamiento de los pueblos conquistados. Asimismo, los waris desplazaron a poblaciones tradicionalmente localizadas en tierras altas, hacia las tierras bajas. Implementaron la concentración poblacional en núcleos habitacionales (en reemplazo del patrón de asentamiento disperso previamente dominante), y promovieron el desarrollo del cultivo en terrazas, de canales de irrigación, así como variedades de maíz nuevas y redes de caminos.

Se considera que este dominio político y tecnológico de la cultura wari fue acompañado por una fuerte ideología religiosa. Efectivamente, los albores del imperio wari fueron marcados por una fuerte época de sequía, por lo cual el implemento de nuevas técnicas de irrigación fue asociado al culto de un dios Tiahuanaco relacionado con la fertilidad. Es quizá por esta razón que se atribuye a wari la expansión de núcleos urbanos a partir de centros ceremoniales. Lo cierto es que el éxito económico alcanzado por esta dinámica político-religiosa garantizó posteriormente una sólida base al movimiento expansionista wari.

Ahora bien: Pikillacta constituye un conjunto arqueológico fortificado que fue habitado entre el 600 y 900 d.n.e. Es considerado como el sitio wari más grande y mejor conservado del sur de Perú, algo así como una capital provincial. Ocupa una superficie de aproximadamente un kilómetro cuadrado. Impresiona el alto de sus muros, que oscila entre los 7 y los 12 metros. Algunos recintos cuentan inclusive con varios pisos, cuyas huellas son aún visibles en la actualidad. Estos muros fueron hechos de piedras sin labrar, extraídas de los montes aledaños, ligadas con lodo, y originalmente revestidas con un aplanamiento de barro y cal.

Muros de la ciudadela con revestimiento de cal (foto: C. Lara)

La ciudadela como tal fue construida en torno a un rígido patrón geométrico. Está rodeada por una muralla y comprende 704 recintos rectangulares, algunos asociados a habitaciones de la elite, otros, a cuartos de almacenamiento o por último, a algún tipo de pequeños centros de culto religioso/funerario. Estos recintos están a su vez agrupados en manzanas, cada una rodeada por su propia fortificación y separadas por vías de circulación, a manera de defensa (no olvidemos que wari es una sociedad de tinte marcadamente militarista).

Las manzanas de la ciudadela (foto: C. Lara)

Se piensa que esta agrupación en manzanas podría corresponder a una delimitación entre diferentes barrios de artesanos especializados. En efecto, Pikillacta parece haber sido un centro comercial importante, debido en parte a su ubicación sobre unos de los ejes estratégicos de la red de caminos wari, así como a la presencia de una extensa plaza en la entrada del sitio, a la cual se atribuyó la función de “tianguez” o lugar de intercambio (aunque no se descarta el posible uso ritual de esta plaza).

Espacio de delimitación entre manzanas (foto: C. Lara)

Por otra parte, del otro lado de la carretera que bordea hoy el sitio, se observa todavía la presencia de un impresionante acueducto asociado al mismo. Éste consta de varios estamentos de piedra, a los cuales se accede por peldaños, y que estaban antiguamente unidos entre ellos por canales de circulación del agua proveniente de los montes aledaños, hacia la ciudadela. De hecho, se descubrió toda una red subterránea de irrigación en Pikillacta. Este acueducto fue posteriormente reutilizado por los Incas. La leyenda cuenta que su construcción es el resultado de una competencia entre los dioses…

Acueducto de Pikillacta (foto: C. Lara)

Lo cierto es que muchos misterios subsisten en torno al conocimiento de la fascinante cultura wari, y de Pikillacta más particularmente. Las razones de su abandono por ejemplo: éste parece haber sido repentino, aunque organizado. De hecho, la entrada de varios edificios fue intencionalmente sellada, y, cosa curiosa, se encontró muy poco material arqueológico de superficie, lo cual sugiere que los habitantes del sitio lo desocuparon intencionalmente antes de abandonarlo. ¿Por qué? Existen diversas teorías al respecto, pero ninguna ofrece explicaciones totalmente satisfactorias. La primera por ejemplo, -poco “académica” quizá-, se basa en el origen del nombre Pikillacta, del quechua “Piki” (pulga), y “llakta” (pueblo). “Pueblo de las pulgas”, pues se cuenta que una plaga de estos insectos habría obligado a los habitantes a abandonar el sitio. Otras versiones plantean que debido a la vocación comercial del pueblo, había sencillamente muchas pulgas en Pikillacta. Una última hipótesis propone que el abandono y la reocupación de sitios formaban parte de las estrategias políticas wari, pero las razones de esta posible estrategia no están muy claras por el momento.

Éste no es más que un solo ejemplo de las múltiples incógnitas que la misteriosa cultura wari plantea a los arqueólogos hoy en día. Queda clara que la conformación de este imperio anuncia ya el surgimiento de la expresión estatal máxima alcanzada en los Andes precolombinos: el imperio Inca. Por lo tanto, un mejor conocimiento de la cultura wari echaría sin duda alguna luces muy valiosas acerca de las raíces del estado inca, cuyo dominio político tuvo repercusiones que inclusive se sienten hasta la actualidad.

*Intervención presentada en “7355 km en bus… Arqueología de los Andes Centrales”, Laboratorio de Arqueología de la PUCE, Quito, 9 de octubre del 2007.

FUENTES:

Lumbreras, Luis. Arqueología de la América Andina, editorial Milla Batres. Lima, 1981.

Mc Ewan, Gordon F. “Archaeological Investigations at Pikillakta, a Wari Site in Peru”, in Journal of Field Archaeology, vol. 23, n.2, summer 1996, pp. 169-186.

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