“Intenté simbolizar en un personaje arquetipo, al que llamé ‘Juan sin Cielo’, el hombre escéptico y lamentable de nuestros días. Juan sin Tierra había perdido sus posesiones reales, pero Juan sin Cielo había perdido el reino paradisíaco de la felicidad y de las creencias sencillas y sufría en su carne las heridas causadas a los otros hombres, porqué él era Juan Todos los hombres.” (Jorge Carrera Andrade)**
Septiembre 30, 1943
Querido gran poeta:
Casualmente, me hallo terminando para la imprenta una Antología de la Poesía Francesa Contemporánea. En ese libro tengo algunos poemas suyos traducidos al español y desearía traducir su “Élégie d’Ihpetonga” o cualquier otro poema que usted desee. También le agradecería que me envíe unos datos de su biografía y de sus libros publicados hasta la fecha.
Renovándole mis agradecimientos y con la oferta de mi sincera amistad, quedo de usted su compañero en la poesía.
f) Jorge Carrera Andrade
Señor Yvan Goll
G17JCA*
Director: Yvan Goll
6 de octubre de 1943
Admirable Poeta
Su carta me ha dado tanto más placer cuanto que la recibí en el momento que me deleitaban en la Antología de H.R. Hays (1), sus poemas tan reveladores como profundos, así “Nada nos pertenece” o “Cartel electoral del Verde”, en que las imágenes rutilantes y los frutos embriagadores de sus zonas de oro antiguo maduran en la sabiduría extraída de las riberas del Occidente. Se encuentra un tesoro en cada pie, en cada paso.
Estoy en la admiración ante sus gestos de gran señor frente a la naturaleza que Usted domina y que explota como el propietario de minas estelíferas.
Siento a veces un aliento cálido de fraternidad que me envuelve. Su ofrecimiento de traducir mi “Élégie d’Ihpetonga” para su Antología, la acepto con gozo.
En cuanto a HEMISPHERES espero poder consagrar un número entero a la poesía sudamericana y traducir en esta ocasión algunos de sus poemas, de cuya selección nos pondremos de acuerdo.
Le felicito por haber encontrado en el señor Hays un intérprete inspirado y fiel; el artículo sobre Usted en Books abroad (2) me ha interesado mucho y le ha conquistado muchos amigos en América.
Créame muy fraternalmente suyo.
f) Yvan Goll
G18JCA*
Mi magnífico Poeta Jorge Carrera Andrade:
Esta traducción de la “Elegía de Ihpetonga”, tan fiel y tan melodiosa me llena de una alegría mezclada de soberbia, si ella no me diera también un sentimiento de culpabilidad, en este momento preciso en que estoy al punto de publicar en un libro que está bajo prensa, con cuatro litografías de Picasso, una nueva versión en la que he sometido este tema a una más extensa y más amplia orquestación. ¿Qué va a decir usted de este poeta que trastorna siempre lo que ya estaba construido?
Pero, quiero apresurarme a decirle hasta qué punto me han trastornado sus “Poemas” que deberían suscitar envidia en todos los poetas vivientes. Porque se trata de frutos desconocidos que su nueva sensibilidad y visión única ofrecen a las generaciones futuras. Usted tiene un sexto sentido para abordar y penetrar en las profundidades del objeto. Usted vuelve a crear la “Manzana” y la “Cigarra” con un aliento muy personal. Gracias a su arte, el objeto viene a ser transparente y puro como el cristal, es decir, eterno. Pero, mis poemas preferidos son “Poussière. cadavre du temps” y “Ci-gît l’écume”, estatuas de ritmo y poesía, creaciones cósmicas, aere perennius (más duradero que el bronce).
f) Yvan Goll
Encuentro**:
Como que la sombra de Yván Goll nos precediera en el impresionante silencio de aquellos largos corredores. Los baúles todavía cerrados, listos siempre para los largos viajes, tal como lo encontró antaño nuestro poeta Jorge Carrera Andrade, a quien acompaño hoy en esta peregrinación, los baúles cerrados aún en la puerta… y allí también la sonrisa amable y acogedora de Claire Goll, la mujer incomparable que prolonga su existencia para guardar día y noche la tumba sagrada de su Yvan; para completar día tras día la obra del gran poeta, su esposo.
Claire Goll nos refiere algunos detalles de la vida de su esposo, del viajero incansable, del poeta que tiene su origen en las dos provincias célebres. Alsacia, país de las cigüeñas; Lorena, tierra dura y atormentada por los vientos y las invasiones; del poeta y explorador de pueblos y hombres, de países lejanos, de su historia y de sus letras. Su Antología de la poesía contemporánea: Los cinco continentes es una magnífica prueba de este sentimiento de universalismo en la obra de Yvan Goll.
Las horas han pasado rápidamente. Cuando nos despedimos de Claire Goll, con la reiterada promesa de visitarla pronto, la noche oculta en su regazo todos los encantos y de París otoñal y artístico, como la tumba guarda cuántos tesoros del poeta de su poesía. ¡Noche otoñal de mi iniciación en la obra de Yván Goll…! […] (1).
NOTAS:
Jorge Carrera Andrade: El Volcán y el Colibrí –autobiografía, editorial José M. Cajica Jr, S.A., Puebla-México, 1970; págs. 215-216.
Relaciones de Yvan Goll y Carrera Andrade: Juan sin Tierra y «Juan sin Cielo»**:
Carrera Andrade frecuentó a Yvan Goll y a su esposa Claire, en su residencia parisiense, el Hôtel Palais d’Orsay, hoy el Museo del mismo nombre, proyecto realizado por André Malraux. Yvan Goll falleció en 1950, en los días en que Carrera Andrade preparaba su regreso de Londres a Quito. Designado como Delegado Permanente ante la Unesco, Carrera Andrade regresó a París en 1951. En el mes de noviembre de ese año, le acompañé en su visita a Claire Goll, que residía aún en dicho Hôtel, como he expuesto detalladamente en uno de mis libros (2). Desde entonces se inició mi larga y estrecha amistad con Claire Goll, hasta su muerte en 1977.
«Rostros y Climas, este libro asombroso donde el mundo se abre a Usted como un abanico y en el que encuentra siempre la llave secreta que franquea la entrada de las ciudades y los hombres… Pero, quiero apresurarme a decirle hasta qué punto me han trastornado sus poemas que deberían suscitar envidia en todos los poetas vivientes. Porque se trata de frutos desconocidos que su nueva sensibilidad y visión única ofrecen a las generaciones futuras. Usted tiene un sexto sentido para abordar y penetrar en la profundidad del objeto. Gracias a su arte, el objeto viene a ser transparente y puro como el cristal, es decir, eterno…“ (5).
» … Su dedicatoria, así como el prólogo lleno de sensibilidad y comprensión de Ganzo, me han otorgado generosamente la llavecita de oro, arrebatada a sus fuegos, que me abre la puerta de las puertas, la puerta más cerrada y más vetusta entre los cardos y los dardos de su Selva: la puerta de su corazón. Este corazón que da de beber el banano y hace soñar a la Mujer cósmica. Su corazón universal, ferruginoso y planetario al que estoy tan agradecido que me reserve, de tiempo en tiempo, un latido, entre los millones que él dispone…» (6).
«Desde su juventud, su curiosidad intelectual le llevó al conocimiento de todas las literaturas y a la exploración de los países lejanos. Goll dominaba la lengua alemana como la francesa, llegando a escribir varios poemas en el idioma de Heine y de Rilke… Un generoso sentimiento de universalidad, una finísima ironía, un gran amor a los inventos y a la vida moderna, caracterizan la poesía de Yvan Goll. Sus libros han sido calificados merecidamente de himnos a la fraternidad de las razas; en su poesía dominan un sentimiento de esperanza y una fe humana que no le impiden ver las llagas de nuestro siglo… «(7).
La obra poética de Carrera Andrade se inició cuando llegaban a América las nuevas formas de expresión poética que se cultivaban en Francia especialmente. Cuando designado Cónsul en El Havre, en 1934, estaban vigentes las corrientes de las primeras décadas del siglo: ultraísmo, cubismo, dadaísmo, surrealismo. Su iniciación en la carrera diplomática le permitió entrar en contacto con las letras francesas, conocer personalmente a varios de sus representantes. No extraña por lo mismo que si: «…el vanguardismo, de tan extraordinario y vasto poder sugestivo -escribe J. Enrique Ojeda- fue despertando ecos en la poesía que el escritor ecuatoriano compuso al tiempo que analizaba y traducía las obras de los cultores de las nuevas y atrevidas escuelas estéticas francesas… sería ingenuo negar que el ultraísmo y las otras escuelas de vanguardia dejaron huellas en la poesía de Carrera Andrade… «(9).
Mejor que nadie, el mismo poeta nos ha dado el profundo sentido de su poesía cuando escribe:»… el tema central de toda mi obra poética es la unidad, la fraternidad universal dentro de un mundo libre, donde muchas cosas están por descubrirse. Poesía de descubrimiento de las cosas con ojos nuevos, no contaminados por las teorías y las doctrinas ajenas.»(11). «Poeta de lo real», desea introducirse en las cosas, en el paisaje… que, gracias a la magia de sus palabras: «Una cosa que hemos mirado antaño -como escribe Proust-si volvemos a verla nos trae con la mirada que en ella hemos puesto todas las imágenes que la llenaban entonces… porque las cosas tan pronto como percibidas por nosotros vienen a ser en nosotros algo inmaterial, de la misma naturaleza que todas nuestras preocupaciones o sensaciones … «(11 bis).
Coincidencia maravillosa para quienes frecuenten la poesía de Yvan Goll, encontrarán también que a las características ya mencionadas del poeta francés se añaden otras análogas a la del poeta ecuatoriano, como él cantor de la fe humana, de la esperanza, poeta sabio en quien palpitaba ante todo un corazón de hombre, lo que no le impidió prever y anunciar el fin de una civilización, la proximidad de cataclismos, la disolución de Europa. Quizá en ninguno de sus poemas como en los que paso a mencionar, las características que les son comunes brillan en sus obras, aparecen más luminosas y convincentes. He mencionado Juan sin Tierra de Goll y «Juan sin Cielo» de Carrera Andrade.
Frente a esta obra gigantesca por su extensión, “Juan sin Cielo” de Carrera Andrade, es un poema de diez cuartetos, versos endecasílabos de estupenda factura y seguramente escrito hacia 1950, es decir, años después de la publicación de Juan sin Tierra, en 1944. Detalle que nos permite sugerir que existe alguna influencia de Goll en la obra de Carrera Andrade, como podemos deducir luego de un breve análisis de estas dos composiciones, pues no entra en el cuadro de este pequeño estudio detenerme en un tema que ofrece materia para una obra extensa, para tema de interesantes tesis doctorales. A mis comentarios precederá la traducción de algunos versos de Juan sin Tierra; he tratado de ofrecer rigurosamente el texto del poeta, respetando inclusive la supresión total de toda puntuación como se observa a través de su largo poema. El número que sigue a las estrofas indica la página del libro anteriormente mencionado en la edición de Pierre Seghers.
Tratemos de penetrar en este título tan cargado de sentido y algo de misterio. La primera estrofa nos servirá de preciosa introducción y explicación:
Estamos en plena leyenda. Tántalo, rey legendario de Lydia -aquel pequeño país sobre el mar Egeo del que Cresus su último rey y el más rico fue vencido por los Persas-, ofendió gravemente a los dioses; en castigo, Zeus le precipitó a los más profundo del Tártaro y condenado a una sed, a un hambre devorantes que no podía satisfacer. Es el suplicio de Tántalo. Al presentarse como biznieto de los Tantálidas, la tribu mítica, Yvan Goll (Jean sans Terre) nos descubre de pronto la tragedia de su vida, pues afirma:
Este despojamiento total le acompañará hasta el final de su vida:
Juan sin Tierra es de este modo el hombre sin ataduras, sin bienes, sin patria; el hombre de todas partes y de ninguna parte. Su perpetuo «vagabundeo» le entronca con el Judío errante o evoca a aquellas tribus peregrinas de que habla la Biblia que recorrían los desiertos y nunca lograban fijarse. Porque construir, fijarse es renunciar al secreto deseo de todo hombre, la evasión. Es dominante en Juan sin Tierra la idea de huida, de evasión. Ha sido el recurso del hombre hastiado de sí mismo, de su medio. Fue el caso de Villon, que huyó de las orillas del Sena (y de los alguaciles) hacia un lugar desconocido, como es desconocida hasta la fecha de su muerte; de Rimbaud que abandonó las tabernas (y a Verlaine, la poesía) en busca del sol de Etiopía; de Gauguin que dejó a su mujer, a sus hijos, por el exotismo de Tahití; de Tolstoi, ya anciano y ciego que abandonó su datcha, su familia, para morir como el más indigente de sus compatriotas, en un rincón perdido de la estación de Astapovo. Ha sido el caso de Eluard, de Michaux, de Supervielle y tantos otros que han ido en busca de una isla lejana, sin jamás encontrarla. Es el caso de Juan sin Tierra que va por el mundo sin pasaporte, desposeído, despreocupado por cuanto le rodea:
Flaca y siempre fiel
Que bajo su chal esconde
Los muñones de sus alas” (pág. 67) .
Sin embargo, su soledad, su permanente erranza no borran de su memoria la miseria, los sufrimientos de sus contemporáneos:
“He aquí las últimas repúblicas
Las islas de la tranquila vanidad
Donde se comparte la naranja pública
Y lentamente envejece la libertad
He aquí las islas de la indolencia
El último Oeste donde la gloria duerme
El hombre se pudre bajo el árbol de la suerte
Y muere de hambre bajo los limoneros de oro
Pero engañando la impaciencia centenaria
El pueblo bebe la luna con gusto de ron
En la rumba de ritmo temerario
Prepara los tambores del fórum
Y en la espera se fuman los habanos
Y se deshacen los deseos de este suelo
Las sienes de los hechiceros se curten
Y los corazones están embotados por el tabaco” (págs. 179-180).
Compra Manhattan, pero comprende inmediatamente lo fatuo y diagnostica el cáncer del fastidio:
En Broadway los hombres de dinero se agitan como hormigas que han perdido su hormiguero; las riquezas del universo no les salvará del olvido:
Tienen bastantes ángeles en sus Torres
Para luchar contra el diluvio
y los escuadrones de buitres
No iremos más al bosque mi bella
Hastiado, insatisfecho, «peregrino del absoluto», Juan sin Tierra en tanta soledad, en tanto vacío por lo menos guarda la esperanza; esta esperanza acrece cuando el peregrino después de haber descubierto el polo del Oeste, al alba regresa hacia el Este:
Permanezcan petrificados
Los deseos de mis pies
No dejen más mi lecho
Yo no soy más el padre
Yo no soy más el hijo
Mi mandíbula sonríe
A nuevos misterios» (pág.200).
«Juan sin Tierra es este hombre que retiró sus zapatos
Luego de esta brevísima evocación de Juan sin Tierra, su historia y significado, detengámonos en el poema de “Juan sin Cielo”. Por confesión de su autor en la célebre conferencia en la Universidad de Harvard, junio de 1968, evocando alguno de sus regresos al Ecuador confesó: «Cuando las puertas de mi país se abrieron, el ciclo poético del desencanto en el parvo cuaderno Aquí yace la espuma, aparece entre las ruinas «Juan sin Cielo«. En ese «parvo cuaderno» de 1950, con diez títulos, el segundo es el poema “Juan sin Cielo”, que se publicó nuevamente en 1951 en Lugar de Origen, que, según confiesa el autor: “Contiene todo lo que ha sido escrito después de Registro del Mundo y completa la órbita del descubrimiento poético iniciado en mi primer libro” (14). Finalmente en 1976, la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en el volumen Obra poética Completa, en el período 1948-1950, encontramos aún el poema “Juan sin Cielo”.
Una vez determinadas las fechas de las ediciones de “Juan sin Cielo”, se puede afirmar que cuando Carrera Andrade escribió este poema conocía alguna de las ediciones de Juan sin Tierra anteriores a la edición completa de Pierre Seghers (15), después de la muerte de Yvan Goll. Por lo que nos permite afirmar que existe alguna influencia del poeta francés en nuestro compatriota. Sin temor a equivocarme y por la experiencia que pude comprobar en la escritura de varios poemas, puedo afirmar que Carrera Andrade escribió “Juan sin Cielo”, pocos meses antes de su regreso al Ecuador, cuando abandonó su cargo de Ministro Plenipotenciario en Londres, en circunstancias nada favorables y de graves “desencantos”. Como he mencionado anteriormente existe una enorme diferencia en cuanto a la extensión de esas dos piezas literarias. Mientras la obra de Goll, en la edición final de 1957, comprende cerca de cuatro mil versos, Carrera Andrade ha escrito un muy corto poema, de apenas diez cuartetos (16).
Nada mejor para penetrar en el significado de “Juan sin Cielo” como las explicaciones que del poema nos ocupa, varias veces en sus escritos, nos ha dado Carrera Andrade y que para sus críticos pasa por ser uno de los más representativos y acabados de su obra poética. De los numerosos textos que mejor expresan su intención y significado, mencionaré algunos.
Carrera Andrade ha recorrido por varios países de Europa, América, Asia; ha contemplado «la soberbia del hombre de Occidente», lo cual le lleva a comprobar que:
Despojo del hombre moderno que le inspira este personaje de “Juan sin Cielo”, tan semejante al otro, a Juan sin Tierra de Yvan Goll y explica:
Aquí se impone una breve rectificación. No juzgo que sea muy exacto afirmar que Juan sin Tierra tan sólo «había perdido sus posesiones reales» (materiales). En la atenta lectura del poema de Goll es fácil observar que si bien su personaje está privado de los bienes materiales, ya que al realizar su inventario comprueba que sus tesoros son: «el cofre de los sueños, el herbario del olvido, las barajas que echaron su suerte… «; pero, más que todo aquello y más grave su despojamiento va más allá y alcanza a lo más íntimo de su ser. Como “Juan sin Cielo” también es el desposeído de la felicidad y, según se ha visto, preocupado por la suerte de los hombres y solidario con los que sufren.
Después de estas breves observaciones acerca de dos poemas tan significativos y a pesar de sus diferencias -particularmente en lo que se refiere a su extensión-, se puede afirmar que ofrecen características muy semejantes. Observamos en ellos una comunidad espiritual del tema que se traduce en un vocabulario análogo, como son los términos evasión, huída, desolación, insatisfacción, despojamiento de los bienes materiales, pérdida de sus posesiones, de sus creencias y rechazo de un materialismo inhumano, de cuanto ha conocido el hombre moderno, «desposeído», en tantos países.
Para terminar, no dejaré de señalar otro detalle al evocar la obra de Yvan Goll y la de Carrera Andrade, debido tal vez a la influencia de Verhaeren y de Reverdy. Me refiero a su común rechazo de una civilización deshumanizada, pero que no les hizo insensibles al genio creador del hombre, ya que ambos cantaron los maravillosos inventos modernos. Tal fue el caso de Carrera Andrade cuando escribió, por ejemplo, su Canto al Puente de Oakland, de Goll en su Elegía d’Ihpetonga. Es curioso también observar que los dos poetas celebraron en un poema a un monumento que es como el símbolo de la edad moderna, la Torre Eiffel. En este caso, Carrera Andrade precedió a Goll, ya que su poema es de 1940, mientras el de Goll es de 1950. Dos poemas sencillos y bellos en su exaltación de la obra material que les lleva a nobles sentimientos. De este modo, un monumento que representa el genio creador del hombre y que ha sido considerado como uno de los símbolos del siglo 20, es para los dos poetas un símbolo de esperanza y de amor. Por esta sencilla evocación podrá verse la alta concepción poética de estos dos creadores unidos por una misma fuerza que les animaba: la poesía. Conocían por su larga y luminosa experiencia que ni los versos octosílabos ni los alejandrinos, que ni el número de los pies de un verso ni la rima son indispensables para una auténtica poesía. Conocían por su propia experiencia la afirmación de un ilustre creador de belleza de quien son estas palabras:
NOTAS
ANEXO 1: YVAN GOLL**
Un generoso sentimiento de universalidad, una finísima ironía, un gran amor a los inventos y a la vida moderna, caracterizan a la poesía de Yván Goll. Sus libros Canal de Panamá y Elegías Internacionales han sido calificados merecidamente de “himnos a la fraternidad de las razas”. En 1923, publicó Cinco Continentes, antología mundial de la poesía contemporánea.
De regreso a París, refugiado definitivamente en el viejo y silencioso hôtel Palais d’Orsay, junto al Sena, y confortado por la atención solícita de su esposa Claire, el poeta publicó su Elegía de Ihpetonga, con dibujos de Picasso, y su Carro Triunfal del Antimonio, y, rodeado aún de baúles cerrados que esperaban la señal del viaje, expiró de la misma enfermedad de Rilke, en 1949.
** Jorge Carrera Andrade: Poesía Francesa Contemporánea, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito-Ecuador, 1951; págs. 269-270.