Por Claude Lara
(1) Precisemos que este texto fue publicado en 500 ejemplares, en la revista: “Memoria 5-6-7 de la Sociedad Ecuatorianas de Investigaciones Históricas y Geográficas del Ecuador”. Producción Gráfica, Quito-Ecuador, 2010; págs. 249-280.
DANIELLE PIER: UNA VIDA DE VALENTÍA, RECTITUD Y FIDELIDAD
Este martes 19 de junio, Daniel Pier, nuestra amiga, nuestra camarada, nos ha dejado víctima de una enfermedad incurable. A pesar de su discreción, su poca movilidad, debido a su grave discapacidad, Danielle fue una persona muy afectuosa; participó en la vida asociativa, fue miembro del Partido Comunista Francés y fiel lectora de nuestro periódico “Antony-Hebdo”.
Danielle iba a cumplir 57 años. A veces evocaba con su fina sonrisa mezclada de ironía y amargura, las circunstancias muy peculiares de su nacimiento, al decir: “Nací en una tela de paracaídas”.
En efecto, en Meyronne en el Lot, cerca de las orillas del Dordoña, aquel 14 de julio de 1944, la gente se había refugiado en los bosques. La División SS “Das Reich”, el 10 de junio, acababa de cometer su crimen en Oradour sur Glane, y proseguía contra la Resistencia duros combates. Paul Pier, su padre, se afanaba en el lanzamiento de paracaídas, Jeanne, su madre, iba a dar a luz a Danielle en condiciones precarias y una hermanita melliza, nacida muerta, enseguida, debía ser enterrada en ese lugar.
Más tarde, muchacha, recoge los guijarros en las orillas del Dordoña y, allí, dibuja el campanario típico de la iglesia abacial con las cúpulas de Souillac. Cuando hablaba de este verde paraíso de antaño, Danielle recobraba rápidamente su alma de niña. Pero, al llegar a la edad de 15 años, Danielle sufrió un ataque cruel de poliomielitis; sus piernas comienzan a paralizarse; se ve ya disminuida físicamente.
Desde entonces, Danielle entabla su lucha, sus múltiples luchas.
Su lucha para realizarse a través del estudio: Rindamos un homenaje a una docente de gran corazón: la señora Maryse Chambre profesora en Brive. Se interesa en Danielle y le convence de retomar sus estudios secundarios, gracias a los cursos por correspondencia del CNTE (Centro Nacional de las Técnicas en Educación). Danielle comienza a escribir con la mano izquierda. Ha conservado cuidadosamente sus tareas y correcciones de todos esos años de cursos que le condujeron al bachillerato. Danielle ama y admira a Maryse que siempre le seguirá apoyando, y la desaparición reciente de Maryse le causará una pena inmensa.
Pero Danielle está ahora embarcada ¡esta lucha la va a ganar! Aprende el español, va a España con un grupo de minusválidos y se inicia en las riquezas de una inmensa cultura. Danielle se inscribe en la Universidad de Nanterre. Obtiene el DEUG (Diploma de Estudios Universitarios Generales) y la licenciatura, siempre con el apoyo de los cursos por correspondencia. La vemos en la sala de exámenes con su tabla inclinada que le sirve de púlpito. Pasará brillantemente todos los exámenes.
Danielle está feliz en la Universidad, puesto que allí reina un clima de igualdad. La joven mujer “quien no es como los demás”, no tiene ya razones de sufrir de aislamiento e incomprensión.
Danielle seguirá un recorrido particularmente brillante. Escoge explorar una corriente literaria con la cual su alma generosa está en perfecta ósmosis: el neo indigenismo. Esta corriente está bien determinada: Danielle estudia las reformas agrarias en los tres países andinos: Bolivia, Perú y Ecuador
Su tesina de masterado, defendida en 1992, compara a un autor peruano: Manuel Scorza, autor del ciclo de la Guerra silenciosa- con un ecuatoriano: Gustavo Alfredo Jácome, autor de Por qué se fueron las garzas. Siente un auténtico “flechazo” por esta hermosa y original novela. Descubre a este autor ecuatoriano, el señor Jácome, con el cual tiene una correspondencia regular (ver anexo 1).
Su tesina de DEA (Diploma de posgrado), defendida en 1994, describe el indigenismo en Bolivia, con las obras de Jesús Lara.
“Una hermosa tesis literaria” afirmará el difunto catedrático Minguet. Un estudio impresionante que produjo una obra que alcanzó más de mil páginas y gracias a la cual Danielle tuvo la suerte de encontrar a la señora Jeanine Potelet, catedrática, su directora de tesis, quien supo crear con la estudiante una relación de confianza, lo que le ha animado mucho. Durante la defensa de su tesis, en junio de 1996, Danielle hizo un esfuerzo considerable para vencer su timidez. Al oír los comentarios del jurado y el resultado (mención sobresaliente), Danielle seguramente sintió un inmenso alivio: había ganado esta batalla, llevada a cabo con tanto ardor.
Cuando fue necesario Danielle supo ganarse la vida modestamente; después de la muerte de su padre en 1965, intenta trabajar como empleada doméstica en Tolosa. Pero su incapacidad ya muy grande, no le permitirá dar satisfacción. Recordaba su salida de Tolosa, una noche fría andando en la estación de trenes, en donde un mendigo le prestó su abrigo. La encontramos como empleada en la MNEF (Mutualista Nacional de los Estudiantes de Francia) en 1968-1969, donde conoce a la señora Rosa Ribeiro quien, en los días amargos, será su amiga. Será también auxiliar en el kínder de la RUA (Residencia Universitaria de Antony). Ama a los niños, no vacila en trabajar más de la cuenta por su interés.
Danielle se ganó su derecho a la vivienda: en 1993 pasa a un estudio amoblado, gracias al apoyo de la APF (Asociación de Minusválidos de Francia) y, a la misma vez, a la construcción por la municipalidad de Aubry del inmueble 34-36, calle Mounié, donde la conocimos. Feliz coyuntura, en efecto en 1983, la municipalidad de izquierda pagaba la novatada por sus realizaciones, ya que los permisos de construcción, sometidos aún al consentimiento del Prefecto, antes de 1981, sistemáticamente fueron rechazados por razones politiqueras.
Danielle siempre luchará contra graves incomprensiones y estrecheces. Danielle ingresa naturalmente a France-Amérique Latine, donde ofrece toda su competencia como especialista de los países andinos y, al estar siempre al día acerca de la actualidad latinoamericana, participa en todas las manifestaciones y se complace en un ambiente sociable.
Danielle nos dejaste cuando tenías aún tantas obras que terminar. Tu voluntad de traducir te ha llevado a hermosos y enriquecedores descubrimientos:
– En la Embajada del Ecuador, el Agregado cultural, señor Galo Galarza te había recibido calurosa y amistosamente, después de tu bella traducción de la obra de Jácome. Te había hecho conocer a un grupo de jóvenes creadores, resueltamente modernos, y habías traducido sus cuentos. Ahora hay que lograr editarlos.
Habías traducido también El éxodo de Yangana, una obra que ha marcado la historia literaria del Ecuador.
Con la señora Flor Alba Santamaría Vallejo, joven colombiana que ha seguido estudios en Francia, rápidamente habías simpatizado, te interesaste por su trabajo de lingüística y de sociología en un tema ¡eso sí tan conmovedor!: las palabras de los niños de las calles de Bogotá. Luego, Flor Alba ha dirigido en su país a un grupo de sociólogos para recolectar las palabras cruzadas de los alumnos de una escuela, de sus maestros y de sus familias. En este país bañado en sangre por la locura asesina, se pone en evidencia el interés por una cultura que sirve de refugio contra la violencia. Tú que has hecho estas traducciones ¿por qué un amplio público francés no se beneficiaría de este trabajo de un inmenso interés? (2).
En tu alrededor, amigos fieles te acompañaron en esta existencia demasiado corta: Michèle, Colette, Josiane, Jean te visitaban regularmente, conversaban un rato, te ayudaban en cosas prácticas. Tú los amaste. Has venido donde Josiane a todos los eventos familiares, para distintos encuentros con amigos peruanos, uruguayos. Allí, estabas soplando las velas de tu cumpleaños. ¡Con nosotros estabas en familia! Te encantaba tanto romper con tu aislamiento. Pero nada habría podido aminorar tu trabajo, hacerte cambiar tus decisiones. Rehusabas las concesiones, ante todo contigo mismo.
Hoy Danielle, un solo ser nos falta… y todo está despoblado. Te amamos. Queremos conservarte. Queremos continuarte. Pueda, por mucho tiempo, tu vocecita interpelarnos. ¡Tanto queda por hacer! Danielle este mundo más que nunca necesita de una revolución, por cierto sin violencia, pero posiblemente colocando de una nueva manera el asunto primordial del puesto del ser humano en la carrera del progreso. Danielle, tal vez, ¿no supimos ayudarte en conquistar tu derecho a la felicidad?
Un poco de la naturaleza grandiosa y lujuriante de este hermoso país lejano ha venido este día a invadir e iluminar tu estudio, en donde vivías como una reclusa.
Adiós Danielle.
Notas del traductor:
PRESENTACIÓN DEL RESUMEN DE LA TESIS DE DANIELLE PIER (A) POR A. DARÍO LARA
Entre las tesis doctorales he de mencionar aquí una de las más notables preparadas por la estudiante señorita Danielle Pier, en 1996, que con el título “Indigénismes littéraires et réformes agraires” estudia a tres autores:
Se presenta aquí una brevísima síntesis, en español, de esta tesis particularmente brillante de 1137 páginas, en que la autora nos ofrece algunas de sus consideraciones sobre la novela Porqué se fueron las garzas. He de añadir que la señorita Pier ha traducido al francés esta novela de nuestro compatriota y pronto será publicada por una editorial de París. De este modo, la obra de Gustavo Alfredo Jácome será una de las dos otras novelas traducidas al francés.
INDIGENISMOS LITERARIOS Y REFORMAS AGRARIAS EN LAS OBRAS DE J. LARA, M. SCORZA Y G.A. JÁCOME*
Sin embargo, el tema del intelectual indígena, desgarrado entre varias culturas y en busca de su identidad, se desarrolla conjuntamente con otros temas: la Historia desde lo más remoto, puesto que el protagonista se imagina descendiente de los incas y de los shyris por la rama de Atahualpa, el testimonio social sobre los Otavalos de hoy y el debate político que sirve de tela de fondo. Una sigla, IERAC, que se incrusta en la novela como un leitmotiv es una alusión constante a las reformas agrarias promovidas en el Ecuador en la segunda mitad del siglo veinte.
Así nació la tesis intitulada Indigenismos literarios y reformas agrarias en las obras de J. Lara, M. Scorza y G.A. Jácome, defendida en la Universidad de París-X Nanterre en junio de 1996.
Del escritor peruano Manuel Scorza, forman parte del corpus estudiado las dos baladas: Redoble por Rancas y Garabombo el invisible y los tres cantares: El Jinete insomne, El Cantar de Agacito Robles y la Tumba del relámpago (2), obras reunidas en el ciclo llamado La Guerra silenciosa, publicado entre 1970 y 1979. El novelista peruano escribió después de la segunda reforma agraria promovida en 1969, pero recuerda los acontecimientos que precedieron la de 1964.
Los tres autores tienen en común una sensibilidad particular al problema indígena, afirman haber escrito testimonios y se percibe en sus novelas un trasfondo de cultura indigenista. Este último aspecto plantea un problema pues la corriente indigenista sufrió violentas críticas. Era una incitación a remontar el tiempo y poner a luz los numerosos matices de aquella literatura desde sus orígenes a fin de medir el camino recorrido por ella hasta 1979. Tenemos pues una organización en dos partes distintas.
El primer capítulo recuerda las circunstancias en que nació el indigenismo republicano y cómo evolucionó su expresión literaria en la primera parte del siglo XX. En aquella época, la literatura se apartaba muy poco del contexto social que la rodeaba. El indigenismo nació en el Perú, a raíz de la Guerra del Pacífico, en 1889, con Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner. Es una obra de transición entre el indianismo romántico y el indigenismo propiamente dicho. Igual transición apareció en 1904 en Bolivia con Wata Wara, de Alcides Argueda y en 1927 en Ecuador con Plata y Bronce de Fernando Chaves, maestro de Gustavo Alfredo Jácome** (ver anexo 1). El desfase entre las fechas deja prever una evolución distinta para cada uno de los tres países. El Ecuador no participó en la Guerra del Pacífico. Quizá sea una de las razones por las que, en este país, la literatura de tema indio se quedó arraigada más tiempo en el indianismo romántico. Al final del capítulo, se estudian las particularidades nacionales y regionales, las tendencias principales de la corriente literaria así como sus contradicciones y su trascendencia.
En su país, el conocido escritor José María Arguedas escribió: “El indigenismo tiene que cambiar, porque todo el Perú está lleno de indios ahora (…)”(4).
El tercer capítulo, que sirve de transición entre las dos partes del trabajo, presenta a los novelistas en los contextos regionales en que se ubican las acciones de sus novelas: Jesús Lara y Cochabamba, Manuel Scorza y Pasco, Gustavo Alfredo Jácome y Otavalo, comarcas con las cuales los autores tuvieron vínculos privilegiados. Después de esbozar un panorama geográfico, histórico y socioeconómico de estas comarcas, se trata de ver, a través de las carreras de cada escritor, cuáles fueron sus preocupaciones dominantes y sus posiciones respecto del indigenismo.
Hombre de doble cultura, quichua e hispánica, y preocupado por los problemas sociales, su doble compromiso indigenista y político parece caer de su peso, y se expresa en la serie de las novelas estudiadas en la segunda parte de esta tesis, novelas que llevan el subtítulo de Novelas indias.
Como había hecho Jesús Lara en sus Relatos íntimos (7), Manuel Scorza confesó en entrevistas con periodistas tener razones personales de interesarse por los indios. Al mismo tiempo, el novelista peruano rechazó, sobre todo a partir de 1975, la etiqueta indigenista. Incluso, él alimentó la polémica en torno al indigenismo. Sin embargo, la opinión a veces severa de Scorza no impide que se perciban en sus libros algunos rasgos que muestran su filiación con esta corriente.
En 1961, con Barro dolorido, el autor enfoca varios aspectos del problema indígena desde una perspectiva educativa, y en estos cuentos de inmensa ternura, se perciben ya cuestiones desarrolladas más tarde en Porqué se fueron las garzas. A lo largo de su obra literaria persiste su intención pedagógica. En 1963, había editado una Cartilla de Alfabetización. Un año más tarde, escribía un artículo en el que proponía la enseñanza en quichua para los indios. Y en sus Siete Cuentos (1978), cuyo carácter filosófico no puede escapar, Jácome sigue denunciando la inadaptación de la enseñanza a las capas indígenas de la población ecuatoriana de La Última Virgen del sol.
La segunda parte, “la expresión novelesca”, propone un estudio literario comparativo a partir de los personajes, del espacio, de los lenguajes y técnicas narrativas.
Lara presenta a los hacendados y sus aliados: mayordomos (Surimi, Yawarninchij), mestizos de pueblo (Yanakuna), curas, como arquetipos de la maldad y del vicio. En suma, es una representación bastante maniquea de la sociedad en la que los blancos y mestizos se oponen a la emancipación del mundo indio, representación conforme, en este aspecto, con la novela indigenista tradicional.
De entrada, Scorza revela la identidad verdadera de la mayoría de sus personajes. Como el autor no tiene que preocuparse de verosimilitud, puede transformarlos a su antojo. Así, un “traje negro”, una “moneda” que nadie se atreve a recoger, bastan para sugerir la desmesura del poder del gamonal y juez Montenegro. Evoca Scorza a una burguesía local sometida al juez, él mismo dominado por el poder de la compañía norteamericana Cerro de Pasco Corporation expoliadora de las tierras de las comunidades indígenas. Así es como los comuneros tienen que luchar en dos frentes: contra el juez y contra la compañía, poco antes de la reforma agraria.
Lo anterior es un ejemplo de cómo Jácome privilegia en su novela las relaciones interpersonales. Este aspecto se advierte más al estudiar a los protagonistas de la resistencia india. Los tres novelistas tienen en común de elaborarlos de modo a suscitar la simpatía del lector pero divergen en la manera de presentarlos. Si Lara utiliza el monólogo interior en la segunda parte de Surumi a fin de sugerir un conflicto interior y pasajero de su protagonista Huáscar, abandona muy pronto este modo de narrar en provecho de un “narrador omnisciente” encargado de encaminar al personaje hacia el mito revolucionario que el novelista quiere crear; así se termina su última novela Llalliypacha. En cambio en Porqué se fueron las garzas, el monólogo interior y el monodiálogo (9), procedimiento por el cual Andrés se habla a sí mismo en segunda persona, predominan en la novela. El protagonista de Jácome no puede salir de su drama interior. Testigo subjetivo, propenso a la introspección, Andrés sufre como si fuera propio el padecimiento del pueblo indio al que pertenece por sus orígenes, pero del que su aculturación lo ha apartado. Los problemas sociales no son ausentes de Porqué se fueron las garzas: la sátira de las instituciones universitaria, militar y política, incluso indigenista, es acerada pero parece filtrada a través de la mente del protagonista que ofrece la figura de un crucificado hasta el desenlace, momento en que alcanza al mito incásico al encontrarse con su “coya”. Se desprende así una diferencia esencial entre la obra de Lara, centrada en el combate concreto y la de Jácome, centrada en el debate interior del protagonista.
En las novelas de Lara, la oposición primitiva blancos-mestizos/indios evoluciona paulatinamente hacia otra entre conservadores y progresistas, llegando a ser éstos últimos aliados de los indios. También Scorza escapa al maniqueísmo racial; representa a un hacendado indígena tan malo como los demás terratenientes, al padre Chasán, despertador de la conciencia campesina y a varios ayudantes, entre los cuales el abogado honesto Ledesma y el autor mismo que actúa con su rol verdadero de periodista y militante, en La Tumba del relámpago. Los personajes indígenas de Jácome sólo pueden contar con sí mismos: al detallar el autor, como con lupa, las relaciones interétnicas tales como son vividas por el protagonista, bien muestra que no tienen nada que esperar de nadie. Con orgullo justificado la ascensión social se la reivindican siempre como resultado del “esfuerzo propio”.
En el estudio de estas relaciones interpersonales e interétnicas, es de interés la comparación entre los tríos: Surumi/Huáscar/Vinvela y Mila/Andrés/Karen, presentados respectivamente por Lara y Jácome porque pone de manifiesto el problema de la “doble marginalidad” del indígena aculturado. Huáscar y Andrés son hombres descuartizados entre dos mujeres símbolos. Surumi, madre de Huáscar, elemento aborigen, representa al pueblo indio oprimido y el pasado que el hijo no debe olvidar ni traicionar pese a su amor por Vinvela, hija de los opresores de sus padres y símbolo del porvenir. Jácome complica el asunto haciendo del protagonista un doctor, de su esposa una blanca norteamericana y de Mila una hermana muy celosa. Esta última simboliza la tradición endogámica propia del mundo indígena frente a Karen, símbolo de la modernidad y exogamia. Mila rechaza de entrada a Karen, obligando a Andrés a escoger entre las dos mujeres, y así rinde imposible la reconciliación entre los dos mundos. Lara enfoca la exogamia como reestructuradora tanto para el individuo como para la comunidad indígena mientras que Jácome la considera destructuradora por ser basada en motivaciones equivocadas: desquite social y sentimental (Andrés), exotismo e imperialismo (Karen). J. Lara dirige a sus personajes hacia la verdadera unidad popular, por supuesto utópica, contra los opresores y expoliadores de la tierra. Jácome propone, con la victoria de Mila sobre Karen, un retorno a los orígenes, motivado por la reivindicación de identidad del protagonista.
Jácome le da mucho relieve, y de modo muy original, a esta cuestión. Es un toque de alarma al ver cómo la modernidad y la aculturación están acabando con los valores indígenas. Recuerda, valiéndose de las investigaciones de su protagonista, el heroísmo de los pueblos indios desde quinientos años, sugiere su resistencia pasiva a la aculturación ideológica en la colonia, como en estas líneas:
Desde este punto de vista se puede considerar la voluntad emancipadora que se desprende de las obras de los tres autores, a la que se deben añadir las investigaciones histórico-culturales personales de ciertos personajes como Andrés (Porqué se fueron las garzas) y Misicu (Sinchikay), como la expresión de un humanismo nuevo.
En La Guerra silenciosa, da Scorza sus nombres verdaderos a la mayoría de las comunidades, haciendas y lugares de las provincias serranas de Carrión y Cerro de Pasco, del departamento de Pasco, conjunto espacial a la vez rural y minero donde se desarrolla la guerra campesina. La mayor precisión toponímica responde al proyecto inicial del autor de escribir una crónica de los acontecimientos que enlutaron los Andes centrales en los años 1959-1962. Lima es un espacio periférico donde sólo se indican los trayectos del protagonista Garabombo en busca de un abogado. Apenas se menciona el Oriente peruano al final de La Tumba del relámpago cuando se lleva a Ledesma al presidio de El Sepa.
El valle descrito en Yawarninchij por J. Lara queda anónimo. Sólo vienen a situarlo aproximadamente algunos topónimos conocidos en el curso de las novelas. La ciudad de Cochabamba, capital del departamento, la de Cliza (provincia rural de Jordán) y el pueblo de Muela (provincia de Punata) componen el espacio de la acción principal en el que la ciudad de Cochabamba es descrita desde un punto de vista social. Pero, el país entero está representado: Oriente (Chaco), Altiplano (La Paz), lago Titicaca (Isla-presidio de Koati), espacio minero, con el complejo Llallagua-Catavi-Siglo-XX, que simboliza la alianza obreros-campesinos.
Los novelistas quieren testimoniar y sienten todavía la necesidad de presentar su país, su región y nombrar las cosas. Sin embargo, al evocar aquellos espacios nacionales y regionales, se valen de un estilo figurado, los representan animados, impregnados de leyendas y mitos, los transforman por la magia de su verbo. Así, la compañía minera en Redoble por Rancas es presentada metafóricamente por el “Cerco”, serpiente maléfica que va comiendo las tierras de las comunidades. Además, se establece entre el narrador subjetivo y su lector una comunicación sensible tanto más fuerte cuanto que existe una relación íntima entre el novelista y la región referida, como en el caso de Lara y Jácome.
En Jácome, metáforas, personificaciones, imágenes, figuran un paisaje como pintado a través de la percepción animista indígena. Los elementos de la naturaleza son humanizados, experimentan sensaciones y sentimientos, tienen cualidades y defectos al igual de los hombres; así evoca el autor la curiosidad benévola del cerro:
El viento viene a ser un espejo del alma: las metáforas y comparaciones eróticas sugieren los recuerdos felices e infelices de Andrés a la hora del balance:
“(…) el viejo viento, el de todos los veranos, achiquillado, hace diabluras: corre y levanta las faldas de las follanudas del zambal, se empina les baja los pelos a los eucaliptos que se doblan para dejar pasar sobre ellos el estruendo de un río crecido, entra en los maizales, tumba las cañas y se refocila sobre las mazorcas como sobre pechos maduros” (13).
“La toposemia funcional”, enfoca el espacio como una categoría semántica y procura revelar el sentido de sus elementos.
También, los espacios de encuentro están cargados de un programa narrativo. La Universidad de Berkeley es el lugar del doble encuentro del protagonista: con Karen, su futura esposa, y con el pasado ica-shyri y su homónimo. Huáscar, herido de la guerra del Chaco, y Vinvela, adulta y cambiada, se encuentran en el hospital de Cochabamba, los rebeldes de Scorza se reúnen en diferentes lugares de la Sierra para preparar sus rebeliones.
Scorza crea un tiempo distorsionado, mitificado, revelador de los abusos de los terratenientes. En El Jinete insomne, los anhelos de divertimiento de doña Pepita Montenegro hacen morir los relojes, enloquecen el tiempo. Pero, un terremoto, presentado como fantástico, en que el espacio parece vengar el tiempo, es el signo metafórico de los límites de lo arbitrario de los poderosos, y simboliza rebeldías populares por venir (15).
En la época precolombina, el relato mítico es como un Archivo y en Garabombo el invisible, Scorza utiliza el sacado de Dioses y Hombres de Huarochiri (17) para evocar la masacre de la comunidad de Chinche por el ejército. El novelista crea una versión moderna del mito que lleva en sí la protesta al tiempo que hace entrar la “Pequeña Historia” local en la “Gran Historia” nacional. Lo mítico y lo fantástico sustentan también lugares ficticios de la memoria colectiva. Así, en el lago Chaupihuaranga (El Jinete insomne) queda inscrita la masacre de Yanacocha; desde entonces, escribe Scorza, “el lago se llama Yawarcocha” (lago de sangre). En La Tumba del relámpago, los ponchos premonitorios de doña Añada son archivos ficticios de la Historia de la provincia. Pero, los Andes centrales son lugares de memoria verídicos: el contrapunto desarrollado en Redoble por Rancas entre la marcha de Bolívar en la pampa de Junín y el avance, ciento cincuenta años más tarde, de Bodenaco hacia Rancas hace resaltar la antinomia entre la acción libertadora del primero y la regresiva del segundo; así sugiere el autor que la Independencia nunca fue la de los indios.
G.A. Jácome inscribe en Porqué se fueron las garzas numerosos espacios del saber (Universidades, bibliotecas, Archivo, Museo). Aquellos edificios públicos encierran documentos, los cuales contienen a su vez datos. Estos últimos refieren a otros espacios donde de descubren las huellas del pasado. Aparecen así varios lugares de memoria como encajados unos en otros.
“Decretos del Libertador, leyes compadecidas: bocados de polillas” (18).
El viaje al gran Pangoa que describe Scorza en El Jinete insomne como una tentativa de crear en otro lugar “la Nueva Yanacocha” participa del mismo ideal de cohesión comunera en que nos haya ningún hacendado, conforme con la edad de oro precolombina. Durante un instante, el pasado sirve de modelo para el futuro pero Scorza no se refugia en la utopía como Lara, ni en la nostalgia como Jácome sino que propone la lucha de sus protagonistas contra los que les obligan a marcharse.
“En aquellos tiempos la tierra era repartida anualmente
según las necesidades de los ayllus,
sembraban y cosechaban cantando,
todos tenían que comer:
o hubo mendigos.
“Entonces se comenzó a correr la voz de que habían visto al lechero de Pucará, detotemizado, jinetear, poncho verde al viento, espuelas de altanoche en ijares de alazán desbocado. Sin que le pesen sus años ni los achaques de su tronco varicoso. (…)
El lechero de Pucará se había hecho guerrillero.
El tercer y último capítulo muestra algunos aspectos de la “escritura y técnicas narrativas” usadas por los autores.
Después de observar las interferencias lingüísticas usadas por los autores se advierte que Scorza deja poco sitio en sus novelas de plurilingüismo vigente en el Perú. El autor peruano justifica su opción afirmando que sus “héroes épicos” son elocuentes y tienen la misma facundia en su quechua nativo que en el castellano pintoresco que él les presta.
G.A. Jácome ofrece un “melting-pot” de lenguajes desde los culteranismos leídos por el protagonista en el Archivo de Historia hasta el discurso de los quichuas hablantes, transcrito y traducido para elevar el idioma quichua a nivel de la lengua literaria, pasando por el francés de la patrona de un hotel, el inglés de Karen, de las gringas y evocando también el trilingüismo de Andrés y de los demás estudiantes indígenas.
El autor hace malabarismos con las palabras, variando los procedimientos para dar más fuerza a su denuncia. Transforma irónicamente los nombres propios en participios y gerundios: “monaliseando”, “celestineando”, en adverbios: “garciamorenamente”, “lascasasmente”, “rumiñahuimente”. Les quita las mayúsculas a los apellidos de los verdugos: “frayvalverde”, “hitler” etc. Contracta vocablos: “indiorantes”, “aguanthambres”. Yuxtapone otros: “pedradas-insultos, pedradas-desprecio, pedradas-pedradas”. Lanza gritos en mayúsculas, a la manera de los surrealistas: “OH PACHACAMAC” , “CARAJO”. Da listas de siglas, símbolos de las instituciones que él quiere fustigar: IERAC, INHERI, AZTRA.
También los novelistas son poetas. Para demostrarlo había que notar la impregnación de su prosa por ritmos y sonoridades que recordaban los del verso, mostrar los sentimientos que se desprendían de las figuras retóricas. Aunque la prosa poética es menos perceptible en la obra de J. Lara, el autor ofrece en Yawarninchij comparaciones de gran frescura en las descripciones de la noche (23), en el anuncio de la reforma tan esperada (24). Gran emoción lírica nos brinda Scorza en los recuerdos sentimentales del viejo Herrera, protagonista insomne de El Jinete insomne (25) y en el adiós a las plantas de doña Añada en El Cantar de Agapito Robles (26). Pero ya hemos dicho que Porqué se fueron las garzas era todo un poema en prosa. El autor busca la mayor expresividad variando las imágenes y figuras. Aquí están algunos ejemplos. El ruido de los toros en celo es evocado por aliteraciones rugosas:
La flauta de algún pastor en que se oye “la voz de la raza”, llora en el crepúsculo como aliteración de líquidas:
En el ejemplo de poesía erótica que viene, una epifora (o epístrofe) sugiere la pasión lancinante del amor loco:
En el final, metáforas y contracciones de palabras que resumen a la vez el tono nostálgico y la escritura original del novelista:
En las novelas de J. Lara y M. Scorza se ven también coplas populares que recuerdan el “Huayno”y el “Jailli” precolombinos. Porqué se fueron las garzas, versos libres y juegos retóricos predominan y otorgan a la obra de G.A. Jácome un sello especial. El único ejemplo que damos es una copla intercalada entre dos secuencias de denuncia muy conmovedora. La estrofa sirve para aliviar la emoción gracias a los juegos de palabras. Pero guarda su valor denunciadora y nostálgica. Se organiza en torno a una doble antítesis espacial y temporal: dentro del museo, se ven las riquezas del pasado/ fuera del museo se ve la miseria de hoy, por culpa de un colonialismo de siglos:
La gran novedad respecto del indigenismo tradicional, es la vena cómica. Se estudian algunos matices de la ironía, de la derisión y del humor que se destacan de las novelas. Pero, es verdad que Manuel Scorza y Gustavo Alfredo Jácome fueron los que lograron en máximo grado su propósito de hacer reír a sus lectores. Escribió Jacqueline Baldrán en su comentario de Redoble por Rancas:
“No han sido apresados, según el ministro de policía, sino que han sido invitados por el gobierno muy cortésmente al retén San Tenorio (…)” y termina por el calambur:
Pero, qué ignorancia. Si las Epístolas son cartas de San Pablo, constan en la Santa Biblia.
A lo largo del estudio se ha percibido un desfase importante entre la escritura de Lara y la de los otros dos novelistas. Jesús Lara, cuestión de época y también de compromiso ideológico, se ubica todavía en el realismo social incluso socialista, mientras que Manuel Scorza y Gustavo Alfredo Jácome nos brindan ejemplos acertados pero distintos del pasaje del realismo social al realismo mágico por la introducción de la hipérbole, del mito y sobrenatural en sus ficciones. Borran las fronteras entre los muertos y los vivos, entre lo real y lo irreal. Verbigracias, al final de Porqué se fueron las garzas, los planos real y onírico se mezclan y recuerdan la última secuencia de ciertas películas donde la escena, simplemente sugerida, se desvanece en la niebla.
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
*Resumen de la tesis doctoral defendida en la Universidad de París -X-Nanterre, en junio de 1996 por Danielle Pier que ella mismo redactó (texto original entregado por la autora a mi Padre, ver su carta de 20 de septiembre de 1997, en la que escribe: “Como prometido, le mando un resumen de la tesis de Doctorado para la revista de la SEIGHE o de la Academia de la Lengua, si usted lo juzga digno de ellas).
ANEXO 1
Quito, a 5 de junio de 1994
Un lamentable traspapelado de su carta del 24 de enero no me ha permitido dar oportuna respuesta a sus preguntas. Lo hago hoy, aunque con mucho retraso.
2.- El amor a los niños es concomitante con mi profesión de maestro. Pero luego por padre de cuatro hijos y, luego, por abuelo de nueve nietos.
4.- El crítico ecuatoriano Antonio Sacoto ha utilizado mi novela dentro de lo que el llama neo indigenismo. No sé lo que quiera decir con este término. Yo quise escribir una novela con personajes indios que actúen como personas. Los modelos eran distintos, distintos debían ser mis personajes, mis actantes.
Confieso que el estilo de mi novela me costó mucho esfuerzo creador: creé, inventé palabras; utilicé los modismos e idiotismos del habla popular de Otavalo; los transfiguré, los poeticé. Transfiguré la lengua saussureana en habla, reinventé pirotecnias lingüísticas. ¡Cómo he deseado que alguien -con muchas agallas- , se metiera en mi estilo, en el estilo de PORQUÉ SE FUERON LAS GARZAS! Habría para unas cuantas tesis doctorales.
6.- ¿Cuál fue el principal público, en el Ecuador, de mi novela? No sabría precisar. Fue premiada como la mejor obra literaria publicada en 1980. Los profesores de colegios la han hecho leer a sus alumnos y en uno de los concursos sobre el “libro leído”, nueve estudiantes de los colegios de Quito intervinieron con mi novela.
8.- Sobre el quinto centenario escribí un ensayo cuyo título es: PORQUÉ SE FUERON LAS GARZAS Y EL QUINTO CENTENARIO.
10.- En mi lejana juventud, me afilié al Partido Comunista del Ecuador. Fue una decisión filosófica más que política. La política, en la actualidad más que en otras épocas, está muy desprestigiada. El Partido Comunista ha desaparecido, fraccionado en grupo de alharaca.
A fines de mayo he retornado de Europa. Fui invitado al X° Congreso de Academias de la Lengua que se realizó en Madrid del 24 al 30 de abril próximo pasado. Luego fui de turista a Egipto y, por segunda vez, a Israel. Luego a Roma, ya de regreso. Este es otro motivo de la demora en dar respuesta a su carta.
f) Gustavo Alfredo Jácome
He publicado 35 libros, 16 de los cuales son textos para la enseñanza del castellano y literatura. Le envío 7 CUENTOS. Vale.